martes, 28 de diciembre de 2021

Santos Niños Inocentes, mártires


Santos Niños Inocentes, mártires

 

Fecha: 28 de diciembre

Canonización: bíblico

Hagiografía: Abel Della Costa 

Elogio: Fiesta de los Santos Inocentes, mártires, niños que fueron ejecutados en Belén de Judea por el impío rey Herodes, para que pereciera con ellos el niño Jesús, a quien habían adorado los Magos. Fueron honrados como mártires desde los primeros siglos de la Iglesia, primicia de todos los que habían de derramar su sangre por Dios y el Cordero.

Tradiciones, refranes, devociones: Una tradición muy arraigada en varios países católicos es la de la «broma de inocentes», que toma diversas formas según los sitios, pero que en general consiste en tratar de que alguien caiga desprevenido en ella. En México, por ejemplo, se pide dinero ese día y, por supuesto, si el inocente lo prestó, problema de él... en España se acostumbraba -en la actualidad menos- a dar noticias falsas por los medios de difusión, etc. Como toda celebración de mártires, no es un día de luto, sino que expresa el triunfo de la debilidad de Cristo por sobre la fuerza del mundo.

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos.

Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen. (Mt 2,16-18)

Los mártires que celebramos hoy son también, como san Juan Apóstol y san Esteban Protomártir, «comites Christi», escoltas de Cristo, de allí el puesto privilegiado de su celebración, en los días sucesivos a la Natividad. Sin embargo es muy difícil escribir sobre estos pequeños mártires, pequeños nada más que en edad, y doblemente difícil en la actualidad. Las dificultades son de dos órdenes: histórico y teológico.

La dificultad histórica proviene de que éste es el único testimonio que tenemos del hecho, no sólo dentro de la Biblia (en la que sólo Mateo lo cuenta), sino también fuera de ella. Por supuesto que no es esperable que haya un documento firmado por Herodes atribuyéndose tan «gloriosa» decisión como es la aniquilación inmisericorde de unos niños cuyo único pecado era haber nacido en tal fecha y tal lugar; sin embargo, ayudaría más a situar el acontecimiento si alguna crónica de la época contara lo mismo de manera «independiente». Esto ha hecho surgir muchas dudas, sobre todo en el siglo XX, de la «historicidad» del hecho, es decir, de que se trate de un hecho realmente ocurrido y no de un símbolo teológico. No hay nada definido al respecto, y es admisible (no está fuera de otros ejemplos que conocemos por la misma Biblia) que se trate de una «historia simbólica», máxime teniendo en cuenta que sólo la narra san Mateo, y para ponerla en relación con el cumplimiento de Jeremías 31,15. Sin embargo debe notarse que, por lo que conocemos de la historia de Herodes el Grande -a través de las «Antigüedades Judías» de Flavio Josefo y otras fuentes-, fue una persona de carácter cruel, arbitrario y celosísimo, hasta la enfermedad, de su poder. Coincide con los presupuestos necesarios para una decisión como la que toma según san Mateo. Es verdad que Flavio Josefo -que estaba interesado en encontrar ejemplos de lo que dice sobre Herodes- podría haber contado el suceso de Belén, pero ¿lo habrá conocido? Por otra parte, el reinado de Herodes está tan lleno de asesinatos (incluyendo a sus propios hijos), que para quien no sea cristiano, probablemente este de los niños de Belén no tiene más importancia que otros. 

En esto incide, por supuesto, la cuestión del número de los muertos. El modo como lo presenta san Mateo, comparándolo con el clamor en Ramá por la destrucción del pueblo de Israel (Jr 31,15) hace imaginar un número enorme de muertos, diríamos que inocultable. Muchos cristianos, cuando se refieren a los Inocentes, hablan de los «miles» de niños martirizados; en la liturgia bizantina se habla de 14.000, y en algunos santorales griegos, de 64.000. Lo cierto es que en todo Belén habría, como mucho, unos 1.000 habitantes, comprendiendo todas las edades, lo que reduce el número, según los que han hecho estos cálculos, a no más de 10 o 20 niños. Por supuesto, esto no quita importancia real al hecho, pero permite entender por qué fue un dato que pasó desapercibido, y al que sólo prestaron atención los que, con la mirada formada en el Antiguo Testamento, supieron leer el sentido profundo de un hecho histórico aparentemente insignificante. Este dato del número, ampliamente aceptado en la actualidad, permite imaginar cómo ha sido el proceso que lleva del hecho histórico al hecho narrado por el Evangelio:

-Hubo una matanza, de escasa relevancia numérica y de alcance puramente local, pero de gran fiereza, y sobre todo arbitrariedad, que fue recordada precisamente por estar ligada a los orígenes de Jesús.

-Mateo, escudriñando el Antiguo Testamento con la mirada «profética» de la primera Iglesia, que buscaba en el AT aquellos rasgos que permitían ver un «modelo histórico» en relación a los hechos de la vida de Jesús, relaciona ese recuerdo local de Belén con la profecía de Jeremías

-y sobre esa base interpretativa produce un relato dentro del método judío de explicar la historia de la salvación (un «midrash»): un relato que desarrolla elípticamente una historia en un nuevo contexto; la historia desarrollada en este caso es la matanza ordenada por el Faraón de la que se salva milagrosamente Moisés. 

Es decir que si bien san Mateo se ha basado en un recuerdo histórico completamente genuino, ha estilizado los rasgos de la historia para producir una catequesis en la que el lector es llevado a relacionar el nacimiento de Jesús con la nueva y definitiva venida de Moisés, precupación constante de todo este evangelio. De esta «estilización» de la historia proviene que, en ausencia de otros testimonios paralelos, el relato pueda dar la impresión -a quien desconoce el midrash judío- de retratar un acontecimiento meramente esquemático y literario. ¿Por qué no lo contaron los otros evangelios? Porque ninguno de los evangelios fue escrito con intención biográfica, sino siempre (y exclusivamente) catequética, y ninguno de ellos cuenta todo lo que era posible contar de Jesús, sino sólo aquello que servía a comprender su persona y misión dentro de los intereses de predicación de cada uno de los cuatro.

Ahora bien: siendo que no se trata de un acontecimiento ejemplificador fantaseado por san Mateo sino de la muerte real de unos niños reales -10, 20, no importa cuántos- que no eligieron estar allí ni nacer cuando nacieron, la dificultad de orden teológico se vuelve más fuerte: ¿puede considerarse martirio una muerte en la que ellos no pudieron elegir su testimonio? ¿puede aceptarse un Dios tan sanguinario que para nacer «dulcemente en el portal de Belén» necesita semejante baño de sangre inocente? Sería mejor no tener que hacernos estas preguntas, pero son cuestiones que surgen en nuestro espíritu, y no tiene sentido acallarlas por comodidad. A Dios no le ofenden nuestros cuestionamientos, pero ofenderíamos la memoria de los Santos Inocentes si tomáramos a la ligera su sacrificio.

Nosotros, quizás más en la modernidad, pero vale también en toda otra época de la historia, ponemos en el centro de la vida nuestra conciencia y nuestro yo, nuestras decisiones, nuestras elecciones. Sin duda que todo eso es «nuestro» y va creciendo con el tiempo, vamos llegando a ser «más yo». También ese yo va quedando más aislado, apoyado sólo en sí mismo. Por eso una de las cosas que Jesús pide a sus seguidores es que lleguemos, de grandes, a poder ser «como niños». No se trata de la «inocencia» en el sentido de «incapaces de hacer mal» (los niños no son inocentes en ese sentido), sino de la total disposición de su yo, de su total descentramiento y pertenencia a otros -normalmente sus padres-; su mundo es un mundo leído, visto, custodiado por otros; su yo camina -aprende a caminar- en el yo de otros. También así el niño es símbolo eterno del proyecto de Dios para todo hombre: que cada uno llegue a ser libre disposición de sí mismo al misterioso caminar de Dios. Los santos Inocentes no tienen el «mérito» de elegir la muerte, pero en ellos el mérito de Jesús de morir por otros, de morir vicariamente, recibe una primera concreción: obtuvieron, como todo mártir, la perfecta imitación de Cristo, pero casi con el primer aliento de vida. No sabemos si hubieran elegido morir por Cristo si hubieran crecido y se les hubiera podido preguntar, pero sabemos que si nuestro espíritu pudiera estar despojado de tinieblas y egoísmo, siempre elegiría la verdad: sabemos que morimos por la verdad cuando creemos firmemente en ella, y no sólo los mártires de Cristo sino los mártires de toda forma de verdad, de la justicia, del bien, incluso del bien común. Entonces, aunque no sabemos si hubieran muerto por Cristo en su adultez, sí sabemos que no se violentó su espíritu para que realizaran algo para lo que no estuvieran preparados: mueren vicariamente por Cristo, para que él viva y pueda morir vicariamente por ellos.

Pero, ¿necesitaba Dios tanto despliegue de sangre para decir «aquí estoy»? No, no lo necesitaba Dios, sino un mundo sumido en la tiniebla del puro poder. No necesita Dios la muerte de Cristo, la necesita un mundo que reclama de Dios toda su sangre, y no necesita Dios la muerte de los Inocentes, sino que la necesita el mundo, que no puede cobrarse la vida de Dios, sin cobrarse, al mismo tiempo, la de los que son de Dios. Sin ninguna afectación, sino con total realismo dirá Jesús en Jn 15,20: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros». Los Inocentes no son una excepción a esa regla.

Unas palabras sobre la celebración litúrgica en sí misma: la fiesta está atestiguada para toda la Iglesia desde el siglo VI, sin embargo, es anterior. Es mencionada por distintos escritores eclesiásticos, entre ellos san Agustín, y aparece también en la enumeración del Martirologio Jeronimiano. Sin embargo, según parece, antes de evocarse a los niños inocentes de Belén, esta fiesta evocaba, como compañeros de Cristo, a los niños que habían sido recientemente bautizados y habían muerto, y por tanto posiblemente en su origen no tuvo relación con los Inocentes de Belén. El Martirologio Jeronimiano habla vagamente de «natale sanctorum infantium et lactantium», «nacimiento [en el cielo, es decir, muerte] de los santos infantes y lactantes», y en parecido sentido parece que se pronuncia san Agustín en algunos sermones.

Bibliografía: Sobre la cuestión exegética puede consultarse un muy escueto resumen en Comentario Bíblico San Jerónimo, Vol. 3 (Ev de san Mateo); más desarrollado y profundo -también más actualizado- el tratamiento del tema en «El nacimiento del Mesías» de Raymond Brown (aunque se trata de una vista previa del libro a la que le faltan, por consiguiente, páginas, puede leerse con comodidad el capítulo dedicado a los Inocentes en la Biblioteca de Google). La cuestión teológica está bien desarrollada por José María Valverde en el santoral de BAC «Año Cristiano»; el texto se reproduce completo en Mercabá (el texto es de 1966, pero se vuelve a editar en el «Año Cristiano» de 2003), hay allí mismo otros dos escritos de los que no se da el autor, pero su contenido ayuda correctamente a pensar el tema; también puede ser interesante dar una leída a una homilía de Mons. Romero, del 28 de diciembre de 1977 donde desarrolla de una manera sencilla pero profunda la teología del martirio de los Inocentes. Sobre la cuestión de la fiesta en los martirologios antiguos ver Butler-Guinea, tomo IV, pág. 630-31.

Imágenes: el primer cuadro es un ícono griego y el segundo la «Virgen con el niño circundada por la corona de Inocentes» de Peter Rubens (1618), que se encuentra en el Museo del Louvre, París.

 

Abel Della Costa

Ingreso o última modificación relevante: ant 2012

 

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4628

 


lunes, 13 de diciembre de 2021

Bienaventurada Virgen María de Guadalupe en México

 

 

Bienaventurada Virgen María de Guadalupe en México


Páginas: Novena | Oración |Novena II

 

Fecha: 12 de diciembre

Hagiografía: Abel Della Costa

 

Elogio: Bienaventurada Virgen María de Guadalupe en México, cuyo gran maternal auxilio implora con humildad el pueblo en la colina de Tepeyac, cerca de la ciudad de México, donde apareció. Ella brilla como una estrella que invita a la evangelización de los pueblos, y es invocada como protectora de los indígenas y de los pobres.

 

Patronazgos: el Papa Benedicto XIV la proclama Patrona de México en 1754, recibe la coronación pontificia en 1895, y en 1945 el Papa Pío XII la proclama Patrona de América Latina.

Refieren a este santo: San Juan Diego Cuauhtlatoatzain

 

Oración: Dios, Padre de misericordias, que constituiste a tu pueblo bajo el singular patrocinio de la Santísima Madre de tu Hijo, concede a todos los que invocan a la Bienaventurada Virgen de Guadalupe, que con más alegre fe busquen el progreso de los pueblos por caminos de justicia y de paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

 

Sin duda que la aparición de la Virgen María como Nuestra Señora de Guadalupe de México es un gran acontecimiento; «El gran suceso» se llama originalmente el relato del milagro que conocemos habitualmente como «Nican mopohua», del que luego hablaremos. Es un gran suceso para México, para la iglesia de toda América, y por lo tanto también para Iglesia universal. Lo que tenemos como vestigios del milagro son:

 

·el contundente testimonio de la tilma de Juan Diego con la bella imagen de la Virgen admirablemente impresa,

 

·el relato del milagro en lengua nahuatl, en el texto conocido como «Nican mopohua»,

 

·y un aspecto fundamental en cualquier milagro, que es la recepción, la conversión obrada en el corazón de los hombres y de los pueblos por la presencia transformadora de lo Divino. El milagro es siempre «milagro para alguien», Dios no habla ni desde el vacío ni al vacío, sino a unos hombres concretos que están atravesando situaciones concretas, y en esas situaciones el milagro trae una palabra que es de Dios y que nos alienta a continuar.

 

Si sólo tuviéramos la tilma, se trataría de una curiosidad, si sólo el Nican mopohua, se trataría de literatura folclórica para analizar las ideas y creencias de una época, pero a uno y otro les faltaría el corazón, que es que el acontecimiento guadalupano se perpetúa en la fe de México y de toda la Iglesia de América de que el destino de esa tierra es cosa de Dios. Puede que algunas veces lo percibamos como un destino escondido: tierra castigada por la ambición de hombres despreciables. Pero sabemos que lo escondido es a menudo cosa de Dios, y no lo sabemos sólo con la mente sino porque allí está «el gran suceso» que da una esperanza viva a esta tierra, la esperanza de que finalmente lo que parece débil resulta lo auténticamente fuerte, lo despreciado es quien recibe la corona, y una Virgen es quien da por completo a luz a quien es la Luz.

 

El relato de los hechos ocurridos en 1531, de las sucesivas apariciones de la Virgen a Juan Diego en la ladera del Tepeyac, las entrevistas con el obispo Zumárraga y la milagrosa impresión de la tilma del indio, se nos ha transmitido en principio por tradición oral (el propio Juan Diego era iletrado), aunque al poco tiempo comenzó a ponerse por escrito. No es posible establecer exactamente cuándo, ya que no se sabe quién fue el autor, si Antonio Valeriano (1520-1605) o Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1568-1648); los dos fueron personas de vasta cultura: de Antonio Valeriano se sabe que dominaba el nahuatl, por ser su lengua nativa, pero también el español y el latín académico, y Fernando de Alva, por su parte, era historiador indigena comisionado por la propia España para recopilar la historia indígena. Lo cierto es que de Nican Mopohua tenemos una primera edición publicada en 1649 por el bachiller Luis Lasso de la Vega, vicario de la capilla de la Virgen. Ésa es la edición que es base para las traducciones hasta la actualidad, y que lleva por título «Huei tlamahuizoltica», «por un gran suceso». No obstante la obra se conoce habitualmente como «Nican mopohua», que son las dos primeras palabras del texto y que significan «aquí se cuenta».

 

Reproducimos a continuación algunos fragmentos del Nican mopohua, pero invitando a todos a continuar leyendo el texto en alguno de los proyectos guadalupanos que con mucha devoción y no menor seriedad se están desarrollando en internet en relación a este texto, sus contexto histórico, traducciones, etc.:

 

Nican mopohua, motecpana, in quenin yancuican hueytlamahuizoltica monexiti in cenquizca ichpochtli Sancta Maria Dios Inantzin tocihuapillatocatzin, in oncan Tepeyacac, motenehua Guadalupe.

Acattopa quimottititzino ce macehualtzintli itoca Juan Diego; Auh zantenpan monexiti in Itlazoixiptlatzin in ixpan yancuican Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

 

Aquí se cuenta, se ordena, cómo hace poco, en forma por demás maravillosa, el amor de la perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra venerable Señora y Reina, la hizo visible allá en el Tepeyac, que se conoce [ahora] como Guadalupe. En un principio se dignó dejarse ver de un indito de nombre Juan Diego, y, al final, su amor nos entregó su preciosa y amada imagen en la presencia del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

 

 

 

 

[..]

164.- Le dijo con gran respeto: «-Mi Señor, Gobernante, ya hice, ya cumplí lo que tuviste a bien mandarme,

165.- y así tuve el honor de ir a comunicarle a la Señora, mi Ama, la Reina del Cielo, venerable y preciosa Madre de Dios, que tú respetuosamente pedías una señal para creerme, y para hacerle su templecito, allí donde tiene la bondad de solicitarte que se lo levantes.

166.- Y también tuve el honor de decirle que me había permitido darte mi palabra de que tendría el privilegio de traerte algo como señal, como prueba de su venerable voluntad, conforme a lo que tú te dignaste indicarme».

167.- «Y tuvo a bien oír tu venerable aliento, tu venerable palabra y se prestó gustosa a tu solicitud de alguna cosa como prueba, como señal, para que se haga, se ejecute su amada voluntad.

168.- Y hoy, siendo aún noche cerrada, se sirvió mandarme que tuviera el honor de venir de nuevo a verte.

169.- Y yo me honré pidiéndole algo como su señal para que fuera creído, conforme a lo que me había dicho que me daría, y de inmediato, pero al instante, condescendió en realizarlo,

170.- y se sirvió enviarme a la cumbre del cerrito, donde antes había tenido el honor de verla, para que fuera a cortar flores diferentes y preciosas».

171.- «Y luego que tuve el privilegio de ir a cortarlas, se las llevé abajo.

172.- Y se dignó tomarlas en sus manecitas,

173.- para de nuevo dignarse ponerlas en el hueco de mi tilma,

174.- para que tuviera el honor de traértelas y sólo a ti te las entregara».

175.- «Pese a que yo sabía muy bien que la cumbre del cerrito no es lugar donde se den flores, puesto que sólo abundan los riscos, abrojos, espinas, nopales escuálidos, mezquites, no por ello dudé, no por eso vacilé.

176.- Cuando fui a alcanzar la cumbre del montecito, quedé sobrecogido: ¡Estaba en el paraíso!.

177.- Allí estaban reunidas todas las flores preciosas imaginables, de suprema calidad, cuajadas de rocío, resplandecientes, de manera que yo -emocionado- me puse en seguida a cortarlas.

178.- Y se dignó concederme el honor de venir a entregártelas, que es lo que ahora hago, para que en ellas te sirvas ver la señal que pedías, para que te sirvas poner todo en ejecución.

179.- Y para que quede patente la verdad de mi palabra, de mi embajada,

180.- ¡Aquí las tienes, hazme el honor de recibirlas!»

 

 

 

 

181.- Y en ese momento desplegó su blanca tilma, en cuyo hueco, estando de pie, llevaba las flores.

182.- Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas,

183.- en ese mismo instante se convirtió en señal, apareció de improviso la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de conservarla,

184.- guardada ahí en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac, que llamamos Guadalupe.

185.- Y tan pronto como la vio el señor Obispo, y todos los que allí estaban, se arrodillaron pasmados de asombro,

186.- se levantaron para verla, profundamente conmovidos y convertidos, suspensos su corazón, su pensamiento.

187.- Y el señor Obispo, con lágrimas de compunción le rogó y suplicó le perdonara por no haber ejecutado de inmediato su santa voluntad, su venerable aliento, su amada palabra.

188.- Y poniéndose de pie, desató del cuello la vestidura, el manto de Juan Diego,

189.- en donde se dignó aparecer, en donde está estampada la Señora del Cielo,

190.- y en seguida, con gran respeto, la llevó y la dejó instalada en su oratorio.

191.- Y todavía un día entero pasó Juan Diego en casa del Obispo, él tuvo a bien retenerlo.

192.- Y al día siguiente le dijo: «-¡Vamos! para que muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templecito».

193.- De inmediato se convidó gente para hacerlo, para levantarlo.

 

 

 

 

 

Para continuar leyendo: Hay muchos proyectos guadalupanos en internet. Para conocer mejor el Nican Mopohua, en esta página está el texto completo en la muy difundida traducción del P. Mario Rojas, editada en 1978, que es de donde hemos tomado los fragmentos que presentamos. esta página forma parte del magnífico ProyectoGuadalupe.com, que viene creciendo desde hace 5 años, y ofrece no sólo el texto del Nican mopohua original y diversas traducciones con numeración comparable, mención de fuentes, etc... sino además textos valiosísimos que contextualizan el milagro, por ejemplo una carta al rey felipe II de los indios de México pidiéndole ciertas exenciones de servicios comunitarios por la necesidad de dedicar tiempo a la construcción del templo, carta enviada mucho antes de que el milagro comenzara a tomar su forma narrativa fija; y esto por citar sólo alguna de las auténticas golosinas guadalupanas que ofrece ese sitio. También, por supuesto, la propia Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe ofrece información detallada sobre el milagro, el Nican mopohua, y también sobre aspectos actuales de la devoción guadalupana, en particular deseo recoger y recomendar un apartado dentro de ese mismo sitio de la Basílica que muestra en una presentación «flash» muy bien hecha todos los detalles de la imagen, y aspectos de su posible simbolismo. Nota de 2013: lamentablemente, el Proyecto Guadalupe parece haber cerrado como sitio de internet, pero alguien recogió aquí la lista de documentos, y aunque no son inmediatamente accesibles, sirven como inicio de una búsqueda.

 

Las imágenes mostradas aquí son, en orden: la portada de la primera edición, en nahuatl, del Nican mopohua, realizada en 1649; luego dos fragmentos que contienen dos momentos del milagro: la recogida de las rosas y la antrevista con el Obispo en el que se produce el milagro de la tilma; esos dos fragmentos provienen del cuadro mostrado entero al final, obra del siglo XVIII, titulada «Virgen de Guadalupe con San Miguel y San Gabriel», óleo sobre tela de autor anónimo mexicano, de 60 X 85 cm. Este conjunto pictórico de la imagen, los dos arcángeles y momentos escogidos de la narración parecen formar una constante en la iconografía guadalupana; he escogido este cuadro porque es de hechura rústica y difícil de conseguir en internet, pero en la iconografía de la Virgen que puede recorrerse en los proyectos mencionados se encontrarán varios de los siglos XVII a XIX con similar composición.

 

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4485

 

 

lunes, 6 de diciembre de 2021

San Nicolás de Mira, o Bari, obispo

 

 

San Nicolás de Mira, obispo

 

Fecha: 6 de diciembre

†: s. IV - país: Turquía

Otras formas del nombre: Nicolás de Myra, Nicolás de Bari, Papá Noël, Santa Klaus

Canonización: pre-congregación

Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 

Elogio: San Nicolás, obispo de Mira, en Licia, famoso por su santidad y por su intercesión ante el trono de la divina gracia.

Patronazgos: patrono de decenas de oficios, profesiones y estados, sólo se mencionan aquí algunos: boticarios y farmacéuticos, arqueros, panaderos, toneleros, barqueros, fabricantes de cerveza, novias, novios y recién casados, cautivos, niños, jueces, pescadores, portuarios, harineros, estibadores, comerciantes, asesinos arrepentidos, perfumeros, solteronas, prestamistas, pobres, encarcelados, viajeros. Y de muchísimos países, territorios y ciudades; sólo de países, mencionamos Países Bajos, Grecia, Rusia; en Italia no lo es oficialmente del país, pero casi no hay región o ciudad donde no sea patrono o copatrono. Llamado también "San Nicolás de Bari" por su especial patronazgo de esa ciudad. Patrono de la Universidad de París. Protector contra la pena de prisión, contra robos y ladrones, pérdidas injustas.

Tradiciones, refranes, devociones: Su presencia en las tradiciones populares es, sencillamente, imposible de reseñar: se trata de mismísimo «Papá Noël», Santa Klaus, San Nicolás (o solamente «Santa» en los países anglos, y a través de ellos en casi todo el mundo).

No es reciente ni un invento comercial, sino que la asociación de san Nicolás con la gratuita Providencia divina (que se significa especialmente en los regalos navideños y su asociación simbólica con el árbol apocalíptico que da frutos en todo tiempo) es tan antigua como el personaje mismo, y se trata de tradiciones tan cristianas como el Belén o los Reyes Magos, con el mismo nivel de ingenuidad y el mismo peligro de materialismo que cualquier otra de las tradiciones navideñas.

En las áreas católicas de las regiones germanas o su influencia, se sale la noche del 5 de diciembre a la «caza de San Nicolás»; es una fiesta muy popular, donde participan mucho los niños: lo buscan con linternas de papel muy vistosas, hasta que finalmente aparece san Nicolás, con lo que da «oficialmente» inicio el tiempo de Navidad.

Refrán meteorológico (de España): «Por san Nicolás, la nieve en lo llano.»

 

La gran veneración que se ha profesado al santo durante tantas generaciones y el número de iglesias y altares que se le han dedicado en todas partes, son el mejor testimonio de su santidad y de la gloria de que goza con Dios. Según se dice, nació en Patara de Licia, una antigua provincia del Asia Menor. La capital, Mira, próxima al mar, era una sede episcopal. Cuando quedó vacante, Nicolás fue elegido obispo y allí se hizo famoso por su extraordinaria piedad, su celo y sus sorprendentes y numerosos milagros. Los relatos griegos sobre su vida afirman que estuvo encarcelado por la fe y la confesó gloriosamente, al fin de la persecución de Diocleciano. San Nicolás asistió al Concilio de Nicea, donde se condenó al arrianismo. El silencio que guardan algunos autores sobre estos datos los hacen sospechosos. El santo murió en Mira y fue sepultado en su catedral.

 

Este conciso resumen de Alban Butler nos dice cuanto se sabe sobre la vida de san Nicolás y poco más. En realidad, lo único que parece seguro es que fue obispo de Mira en el siglo IV. Sin embargo, no escasean los materiales biográficos, como la biografía que se atribuye a san Metodio, patriarca de Constantinopla, quien murió el año 847. Pero el biógrafo afirma que «hasta el presente, la vida de este distinguido pastor ha sido desconocida para la mayoría de los fieles» y, en consecuencia, trata de llenar esa laguna, casi cinco siglos después de la muerte del santo. Dicha biografía es la más fidedigna de las fuentes «biográficas», sobre las que se ha escrito mucho, desde el punto de vista crítico y desde el expositivo. La fama de que ha disfrutado san Nicolás durante tantos siglos, exige que hablemos sobre estas leyendas.

 

Se dice que desde la más tierna infancia Nicolás sólo comía los miércoles y los viernes por la tarde, según los cánones. «Sus padres le educaron extraordinariamente bien, y el niño siguió el ejemplo que ellos le daban. La Iglesia le cuidó con la solicitud con que la tórtola cuida a sus polluelos, de suerte que conservó intacta la inocencia de su corazón». A los cinco años de edad, empezó a estudiar las ciencias sagradas: «día tras día, la doctrina de la Iglesia iluminó su inteligencia y despertó su ansia de conocer la verdadera religión». Sus padres murieron cuando él era todavía joven y le dejaron una herencia considerable. Nicolás decidió consagrarla a obras de caridad. Pronto se le presentó la oportunidad: un habitante de Patara había perdido toda su fortuna y tenía que mantener a sus tres hijas, pues éstas no podían casarse sin dote. El pobre hombre pensaba ya en dedicar a sus hijas a la prostitución para poder comer. Cuando Nicolás se enteró de ello, tomó una bolsa con monedas de oro y, al amparo de la oscuridad de la noche, la arrojó por la ventana en la casa de aquel hombre. Con ese dinero, se casó la hija mayor. San Nicolás hizo lo mismo por las otras dos. El padre de las jóvenes se puso al acecho en la ventana, descubrió a su bienhechor y Ie agradeció expresivamente su caridad. Según parece, con el tiempo, los artistas confundieron las tres bolsas de oro con tres cabezas de niño; de allí nació la absurda leyenda de que el santo había resucitado a tres niños a los que un posadero había asesinado y sepultado en un montón de sal.

San Nicolás llegó a la ciudad de Mira precisamente cuando el clero y el pueblo celebraban una reunión para elegir obispo. Dios hizo comprender a los electores que san Nicolás era el hombre indicado para el cargo. Era por entonces el principio del siglo IV, cuando se desencadenaron las persecuciones; «como. Nicolás era el principal sacerdote de los cristianos en esa ciudad y predicaba con toda libertad las verdades de la fe, fue arrestado por los magistrados, quienes le mandaron torturar y le arrojaron cargado de cadenas en la prisión, con otros muchos cristianos. Pero cuando el grande y religioso Constantino, elegido por Dios, fue coronado con la diadema imperial de los romanos, los prisioneros fueron puestos en libertad. También el ilustre Nicolás recobró la libertad y pudo regresar a Mira». San Metodio afirma que «gracias a las enseñanzas de Nicolás, la metrópolis de Mira fue la única que no se contaminó con la herejía arriana y la rechazó firmemente, como si fuese un veneno mortal». Pero dicho autor no dice que el santo haya asistido al Concilio de Nicea el año 325. Según otras tradiciones, san Nicolás no sólo asistió al Concilio, sino que dio a Arrio una bofetada en pleno rostro. En visto de ello, los Padres conciliares le privaron de sus insignias episcopales y le encarcelaron. Pero el Señor y su Santísima Madre se le aparecieron allí, le pusieron en libertad y le restituyeron a su sede. San Nicolás tomó también medidas muy severas contra el paganismo y lo combatió incansablemente. Destruyó, entre otros, el templo de Artemisa, que era el principal de la provincia, y los malos espíritus salieron huyendo ante él. El santo protegió también a su pueblo en lo temporal: el gobernador Eustacio había sido sobornado para que condenase a muerte a tres inocentes. En el momento de la ejecución, Nicolás se presentó, detuvo al verdugo y puso en libertad a los prisioneros. En seguida, se volvió a Eustacio y le reprendió, hasta que éste reconoció su crimen y se arrepintió. En esa ocasión estuvieron presentes tres oficiales del imperio que iban de camino a Frigia. Cuando dichos oficiales volvieron a Constantinopla, el prefecto Ablavio, que les tenía envidia, los mandó encarcelar por falsos cargos y consiguió que el emperador Constantino los condenase a muerte. Al saberlo, los tres oficiales, recordando el amor de la justicia de que había dado muestras el poderoso obispo de Mira, pidieron a Dios que los salvase de la muerte por sus méritos e intercesión. Esa misma noche, san Nicolás se apareció en sueños a Constantino y le ordenó que pusiese en libertad a los tres inocentes. También se apareció a Ablavio. A la mañana siguiente el emperador y el prefecto tuvieron una conferencia, mandaron llamar a los tres oficiales, y los interrogaron. Cuando Constantino supo que habían invocado a san Nicolás, los puso en libertad y les envió al santo obispo con una carta en la que le rogaba que no volviese a amenazarle y que orase por la paz del mundo. Durante mucho tiempo, ése fue el milagro más famoso de san Nicolás, y prácticamente lo único que se sabía sobre él en la época de san Metodio.

 

Todos los relatos afirman unánimemente que san Nicolás murió y fue sepultado en Mira. En la época de Justiniano (s. VI), se construyó en Constantinopla una basílica en honor del santo. Un autor griego anónimo del siglo X dice que «el Oriente y el Occidente le aclaman unánimes. Su nombre se venera y se construyen iglesias en su honor en dondequiera que hay seres humanos: en la ciudad y en el campo, en los pueblos, en las islas y en los extremos de la tierra. En todas partes hay imágenes suyas, se predican panegíricos en su honor y se celebran fiestas. Todos los cristianos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, niños y niñas, respetan su memoria e imploran su protección. Y el santo derrama beneficios sin límite a través de las generaciones, entre los escitas, los indios, los bárbaros, los africanos y los italianos». Cuando Mira y su santuario cayeron en manos de los sarracenos, varias ciudades italianas se disputaron el honor de rescatar las reliquias del santo. La rivalidad se manifestó particularmente entre Venecia y Bari y, finalmente, ganó esta última. Las reliquias, robadas bajo las narices de los guardias griegos y mahometanos, llegaron a Bari el 9 de mayo de 1087. En su honor se construyó una iglesia, y el Papa Urbano II asistió a la consagración. La devoción de San Nicolás existía en el Occidente desde mucho antes de la translación de sus reliquias, pero este acontecimiento contribuyó naturalmente a popularizar la devoción, y en Europa comenzó a hablarse de los milagros del santo tanto como en Asia. En Mira, se decía que «el venerable cuerpo del obispo, embalsamado en el aceite de la virtud, sudaba una suave mirra que le preservaba de la corrupción y curaba a los enfermos, para gloria de aquél que había glorificado a Jesucristo, nuestro verdadero Dios». El fenómeno no se interrumpió con la translación de los restos; según se dice, el «maná de San Nicolás» sigue brotando en nuestros días, y ello constituye uno de los atractivos principales para los peregrinos que acuden de toda Europa.

 

La imagen de san Nicolás aparece más frecuentemente que ninguna otra en los sellos bizantinos. Al fin de la Edad Media, había en Inglaterra más de 400 iglesias dedicadas al santo. Se dice que, después de la Santísima Virgen, San Nicolás es el santo al que los artistas cristianos han representado con más frecuencia. En el Oriente se le venera entre otras cosas, como patrono de los marineros; en el Occidente, como patrono de los niños. Probablemente, el primero de esos patrocinios se originó en la leyenda que afirma que san Nicolás se apareció durante su vida a unos marineros que le habían invocado en una tempestad, frente a las costas de Licia y los llevó sanos y salvos al puerto. Los navegantes del mar Egeo y los del Jónico, siguiendo la costumbre de Oriente, tienen una «estrella de San Nicolás» y se desean buen viaje con estas palabras: «Que san Nicolás lleve el timón». De la leyenda de los tres niños se deriva el patrocinio de san Nicolás sobre los niños y muchas otras prácticas, así eclesiásticas como seculares, relacionadas con ese incidente; tales, por ejemplo, el «niño-obispo» y la costumbre de hacer regalos en la Navidad, originariamente tan común en Alemania, Suiza y los Países Bajos, en lugar de la más latina de hacerlos por Epifanía. Dicha costumbre fue popularizada en los Estados Unidos por los protestantes holandeses de Nueva Ámsterdam, que convirtieron al santo «papista» en un mago nórdico (Santa Claus, Sint Klaes, San Nicolás). La liberación de los tres oficiales imperiales hace que los prisioneros invoquen a san Nicolás. A este propósito se contaban muchos milagros del santo en la Edad Media.

 

Por curioso que parezca, en Rusia, san Nicolás es todavía más popular que en los países del Mediterráneo oriental y el noroeste de Europa. En efecto, san Andrés Apóstol y san Nicolás son los dos patronos de Rusia, y la Iglesia ortodoxa rusa celebra la fiesta de la traslación de las reliquias. Antes de la Revolución rusa, había tantos peregrinos rusos en Bari, que su gobierno mantenía en dicha ciudad una iglesia, un hospital y un albergue. El santo es también patrono de Grecia, Apulia, Sicilia y Lorena, así como de innumerables diócesis, ciudades e iglesias. La basílica romana de San Nicolás in Carcere fue construida entre el fin del siglo VI y el comienzo del VII. El nombre del santo figura en la preparación de la misa bizantina. Al final del siglo XX, la basílica de San Nicolás de Bari, confiada por el papa Pío XII a los dominicos, es lugar de reunión entre las Iglesias de Oriente y Occidente, y funciona allí el Instituto Ecuménico de Teología San Nicolás.

 

Durante el siglo XX se han publicado dos estudios muy buenos sobre el santo y su culto: el primero es el de G. Anrich, Hagios Nikolaos... in der griechischen Kirche (2 vols, 1917), en él se encontrarán todos los textos griegos de algún interés, mucho mejor editados que en Falconius o Migne, con introducción y notas muy copiosas; el segundo estudio es el de K. Meisen. Nikolauskult und Nikolausbrauch im Abendlande (1931), en el que hay muchas ilustraciones. Véase sobre este último Analecta Bollandiana, vol. I (1932), pp. 178-181, donde se hace notar que uno de los textos publicados por Meisen está tomado de un manuscrito del siglo IX, lo cual prueba que la leyenda de san Nicolás era conocida en Occidente dos siglos antes de la translación de las reliquias a Bari. Acerca del emblema de San Nicolás, y su figura en el arte, cf. Künstle, Ikonographie, vol. II.

Las imágenes muestran sólo unos pocos ejemplos de la vastísima iconografía de san Nicolás, no sólo en el arte sino también en sellos postales, envoltorios de chocolatinas navideñas, estampitas devocionales, etc.

La última imagen, que agregamos en julio del 2010, reproduce un ícono de san Nicolás de fines del XVI o principio del XVII, que estaba en la Torre de San Nicolás, en el Kremlim de Moscú, y que al llegar la revolución de 1917 algún alma piadosa tapó con estuco, para evitar su destrucción. Aunque deteriorado, fue redescubierto en julio del 2010; ésta es la primera foto que publicaron los periódicos.

 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

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