viernes, 2 de junio de 2023

Santos Carlos Lwanga y doce compañeros, mártires

 

Santos Carlos Lwanga y doce compañeros, mártires

 

Fecha de inscripción en el santoral: 3 de junio
†: 1886 - país: Uganda
canonización: 
B: Benedicto XV 6 jun 1920 - C: Pablo VI 8 oct 1964

Elogio: Memoria de los santos Carlos Lwanga y doce compañeros, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, que perteneciendo a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, de Uganda, y siendo neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca murieron en la colina Namugongo, degollados o quemados vivos. Estos son sus nombres: Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Jacobo Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Achilles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu, Anatolius Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu.

Patronazgos: patronos de la Acción Católica africana, de los jóvenes africanos; protectores de las víctimas de la tortura.

Oración: Señor, Dios nuestro, tú haces que la sangre de los mártires se convierta en semilla de nuevos cristianos; concédenos que el campo de tu Iglesia, fecundo por la sangre de san Carlos Luanga y de sus compañeros, produzca continuamente, para gloria tuya, abundante cosecha de cristianos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Ver más información en: 22 mártires de la persecución religiosa en Uganda (1885-1886)

Los detalles biográficos del grupo y de lo que sabemos de ellos, así como el contexto d ela persecución de Uganda se tratan en el artículo de grupo. En éste sólo transcribiremos el fragmento de la homilía de SS Pablo VI en la misa de canonización, el 18 de octubre de 1964, que se lee en el Oficio de Lecturas de la memoria de los santos. La memoria de hoy comprende al grupo de jóvenes cortesanos, mientras que los restantes mártires son conmemorados cada uno en su fecha de martirio.

Estos mártires africanos vienen a añadir a este catálogo de vencedores, que es el martirologio, una página trágica y magnífica, verdaderamente digna de sumarse a aquellas maravillosas de la antigua África, que nosotros, modernos hombres de poca fe, creíamos que no podrían tener jamás adecuada continuación. ¿Quién podría suponer, por ejemplo, que a las emocionantísimas historias de los mártires escilitanos, de los cartagineses, de los mártires de la «blanca multitud» de Útica, de quienes san Agustín y Prudencio nos han dejado el recuerdo, de los mártires de Egipto, cuyo elogio trazó san Juan Crisóstomo, de los mártires de la persecución de los vándalos, hubieran venido a añadirse nuevos episodios no menos heroicos, no menos espléndidos, en nuestros días? ¿Quién podía prever que, a las grandes figuras históricas de los santos mártires y confesores africanos, como Cipriano, Felicidad y Perpetua, y al gran Agustín, habríamos de asociar un día los nombres queridos de Carlos Luanga y de Matías Mulumba Kalemba, con sus veinte compañeros? Y no queremos olvidar tampoco a aquellos otros que, perteneciendo a la confesión anglicana, afrontaron la muerte por el nombre de Cristo.

Estos mártires africanos abren una nueva época, quiera Dios que no sea de persecuciones y de luchas religiosas, sino de regeneración cristiana y civil. El África, bañada por la sangre de estos mártires, los primeros de la nueva era -y Dios quiera que sean los últimos, pues tan precioso y tan grande fue su holocausto-, resurge libre y dueña de sí misma. La tragedia que los devoró fue tan inaudita y expresiva, que ofrece elementos representativos suficientes para la formación moral de un pueblo nuevo, para la fundación de una nueva tradición espiritual, para simbolizar y promover el paso desde una civilización primitiva -no desprovista de magníficos valores humanos, pero contaminada y enferma, como esclava de sí misma- hacia una civilización abierta a las expresiones superiores del espíritu y a las formas superiores de la vida social.

 

ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el enlace de la página   https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4833

 

 

lunes, 29 de mayo de 2023

MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA LUNES DE PENTECOSTÉS

 

 

MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

 LUNES DE PENTECOSTÉS


Fuente: https://www.vaticannews.va/

 La Memoria de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, nos recuerda que la maternidad divina de María se extiende, por voluntad del mismo Jesús, a todos los hombres, así como a la Iglesia.

El Papa Francisco, en 2018, fijó esta memoria en el lunes siguiente a la solemnidad de Pentecostés, el día en que nace la Iglesia. Pero este título no es nuevo. Ya San Juan Pablo II, en 1980, invitó a venerar a María como Madre de la Iglesia; e incluso antes, San Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, al concluir la Tercera Sesión del Concilio Vaticano II, declaró a la Virgen "Madre de la Iglesia". En 1975, la Santa Sede propuso una Misa votiva en honor de la Madre de la Iglesia, pero esta celebración no entró en el calendario litúrgico.

Junto a estas fechas recientes, no podemos olvidar lo mucho que el título de María, Madre de la Iglesia, está presente en la sensibilidad de San Agustín y San León Magno; de Benedicto XV y León XIII. Como hemos dicho, el Papa Francisco, el 11 de febrero de 2018, en el 160° aniversario de la primera aparición de la Virgen en Lourdes, decidió hacer obligatoria esta Memoria.

 

Del Evangelio según san Juan

Junto a la cruz de Jesús, estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.  Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».  Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.  (Jn 19,25-27).

 

María al pie de la cruz

María está al pie de la cruz. Ella "estaba de pie": esto indica presencia, continuidad, la fuerza de estar ahí. A diferencia de los discípulos, María nunca dejó a su Hijo Jesús en el camino de la Cruz. Allí, Jesús confía al discípulo amado a su Madre (y viceversa). María afronta este momento con gran dignidad, no escapa a los acontecimientos de la vida, sino que se mantiene en pie.

Un nuevo "Aquí estoy" para María

María es invitada por su Hijo a decir un nuevo "Aquí estoy", un nuevo "sí", más convencido y más maduro. A través de su "estar al pie de la cruz", madura su experiencia de fe y maternidad, y esto la hace capaz de ir más allá. Desde el principio, el corazón de María estaba lleno de interrogantes: "Se preguntaba qué podía significar ese saludo" (Lc 1,29). Las preguntas también surgieron en presencia de Simeón: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos" (Lc 2,34-35). María y José "estaban admirados por lo que oían decir del Niño" (Lc 2,33).

El "Aquí estoy" de María no es de una vez por todas, sino que crece, madura a través de los acontecimientos de la vida, incluidos los de la Cruz, junto a la que María "está de pie". Aquí, en esta fidelidad lograda, María recibe una nueva misión, una especie de "suplemento" de la maternidad, hasta el punto de convertirse en "Madre de la Iglesia". Madre, porque nos regenera en la gracia para que aprendamos a crecer en la medida de Cristo (Ef 4,7-13).

La vida cristiana anclada en el misterio de la Cruz

La fiesta "nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos", explica el decreto sobre la celebración de esta memoria. Así como María supo estar bajo la Cruz, sin huir de la fatiga, de la incomprensión y del sufrimiento, así también María, Madre, sabrá estar al lado de cada uno de los que su Hijo ha hecho sus hijos. Esto nos lleva a invocarla como "Madre de la Iglesia".

Oración

¡Madre, ayuda nuestra fe!

Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.

Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.

Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.

Ayúdanos a fiarnos plenamente de Él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe está llamada a crecer y a madurar.

Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.

Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.

Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que Él sea luz en nuestro camino.

Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.

(Papa Francisco, Lumen Fidei)

lunes, 22 de mayo de 2023

Santa Rita de Casia, religiosa

 


 

Santa Rita de Casia, religiosa


Fecha: 22 de mayo

n.: ant. 1370 - †: c. 1457 - país: Italia

Canonización: B: Urbano VIII 1 oct 1627 - C: León XIII 24 may 1900

Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: Santa Rita, religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su marido y sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San Agustín en Casia, de la Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo sublime de paciencia y compunción.

Patronazgos: patrona de los fabricantes de embutidos, protectora en situaciones desesperadas, exámenes, y pérdidas de objetos, también contra la viruela. «Abogada de imposibles».

Tradiciones, refranes, devociones: El agua por Santa Rita, toda la cosecha quita.

Truenos por Santa Rita, toda la cosecha quita.

Por Santa Rita, el agua da más que quita.

Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.

Santa Rita, santa Rita, te da y te quita.

 

Oración: Te pedimos, Señor, que nos concedas la sabiduría y la fortaleza de la cruz, con las que te dignaste enriquecer a santa Rita, para que, compartiendo en las tribulaciones la pasión de Cristo, podamos participar mas íntimamente en su misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)

 

Para iniciar una novena a la santa:

¡Poderosísima Santa Rita de Casia! Con razón te aclama la cristiandad como «Abogada de imposibles». Ya que todo lo alcanzas del Señor, no rehúses obtenerme de Dios la gracia que te imploro en los días de esta novena. Que todo lo que te pido sea para mi bien y salvación de mi alma. Amén.

 

Los padres de Rita eran humildes labradores de Roccaporena, en los Apeninos centrales; pero su hija, que nació en 1381, estaba destinada a ser excelsa y ejemplar como hija, como esposa y como religiosa. Su gran santidad y su poderosa intercesión iban a merecerle, un día, el título de «la santa de los imposibles y la abogada de los casos desesperados».

 

Cuando Rita nació, sus padres eran ya bastante viejos. La niña dio, desde los primeros años, muestras de extraordinaria piedad y amor de la oración. Pronto concibió el deseo de consagrarse al servicio de Dios en el convento de las Agustinas de Casia. Pero sus padres determinaron casarla, y la joven se sometió humildemente, con la idea de que la obediencia era el mejor medio de agradar a Dios. Desgraciadamente, sus padres no supieron escogerle marido. El esposo resultó un hombre brutal y disoluto; por su temperamento iracundo, era el terror de los vecinos. Rita soportó durante dieciocho años, con increíble paciencia, sus insultos e infidelidades. Al ver que sus dos hijos seguían cada vez más de cerca el ejemplo de su padre, sufría profundamente, pero no podía hacer otra cosa que llorar a escondidas y orar fervorosamente por ellos. Un día, la gracia de Dios tocó el corazón de su esposo, quien le pidió perdón por todo lo que la había hecho padecer. Pocos días después, los vecinos trajeron a Rita el cadáver de su marido, cubierto de heridas. Rita nunca supo si había muerto en una riña o había perecido víctima de una venganza. Su pena se agudizó todavía más, cuando se enteró de que sus dos hijos habían jurado vengar a su padre. La santa suplicó fervorosamente a Dios que no permitiese que sus hijos se convirtieran en asesinos. Dios escuchó su oración, puesto que los dos jóvenes enfermaron y murieron antes de llevar a cabo su venganza. Rita, que los asistió tiernamente en su enfermedad, consiguió que, antes de morir, perdonasen a sus enemigos.

 

Al quedar sola en el mundo, Rita concibió de nuevo el deseo de hacerse religiosa. Así pues, pidió la admisión en el convento de Casia, pero se le respondió que las constituciones sólo permitían recibir doncellas. La santa insistió por tres veces y otras tantas recibió la misma respuesta de la priora. Pero, finalmente, se hizo una excepción con ella y pudo tomar el hábito, en 1413. Santa Rita practicó en el convento la misma sumisión que en su vida de hija y de esposa. Jamás cometió una sola falta contra la regla. Su superiora, para probarla, le mandó en cierta ocasión que fuese a regar una vid seca; la santa no sólo obedeció aquella vez sino que regó la planta todos los días. En los puntos en que la regla permitía cierta libertad, como en el uso de las penitencias corporales, la santa era implacable consigo misma. Manifestó particularmente su caridad en la asistencia a las religiosas enfermas. Con su ejemplo y sus palabras consiguió la conversión de muchos cristianos tibios. Todo cuanto la santa hacía y decía, se afincaba en su gran amor por Dios, que era el motivo de su existencia.

 

Desde niña había sido especialmente devota de la Pasión; como religiosa, fue arrebatada muchas veces en éxtasis, mientras contemplaba los misterios dolorosos de la vida del Señor. En 1441, la santa asistió a un fervoroso sermón que san Jacobo de la Marca pronunció sobre la coronación de espinas. Poco después, hallándose arrodillada en oración, Rita sintió un agudo dolor en la frente, como si una de las espinas de la corona se le hubiese clavado. La herida supuró y despedía tan mal olor, que Rita debió retirarse a un rincón apartado del convento para no molestar a las demás. Se dice que la herida desapareció temporalmente, como la santa lo había pedido a Dios, para poder acompañar a sus hermanas en la peregrinación que hicieron a Roma, en el año jubilar de 1450; pero reapareció en cuanto Rita volvió al convento, de suerte que se vio obligada a vivir prácticamente como reclusa hasta su muerte. Durante sus últimos años, la santa padeció, además, otra enfermedad, que soportó con la misma paciencia. Jamás abrevió en la penitencia y, hasta el fin de su vida, durmió sobre un jergón de paja.

Murió el 22 de mayo de 1457. Su cuerpo ha permanecido incorrupto hasta nuestros días. En las iglesias de los agustinos se bendicen las rosas de Santa Rita. Según cuenta la tradición, en su lecho de muerte la santa pidió a un visitante de Roccaporena que fuese al jardín a traerle una rosa. Como todavía no empezaba la estación de las rosas, el visitante tenía pocas esperanzas de poder complacer a la enferma; pero, con gran sorpresa, descubrió en el jardín un rosal en flor. Llevó entonces la rosa a la santa y le preguntó si quería otra cosa; «sí, -replicó Rita-, quiero dos higos». El visitante volvió al huerto y encontró dos higos en una higuera sin hojas.

La leyenda de Santa Rita, tal como se cuenta generalmente, no es del todo satisfactoria desde el punto de vista histórico. La santa murió en 1457, pero la primera biografía que se conoce fue publicada en 1600, y desconocemos las fuentes en que el autor se basó. Existen muchas biografías modernas; pero ninguna de ellas añade nada sustancial a la narración de Acta Sanctorum (mayo, vol. V), que se basa en la biografía de Cavallucci (siglo XVII). Quedan todavía muchos puntos oscuros.


Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1712