Santa Zita, virgen
Fecha: 27 de abril
n.: 1218 - †: 1278 - país: Italia
Canonización:
Conf. Culto: Inocencio XII 5 sep 1696
Hagiografía:
«Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En
Luca, de la Toscana, santa Zita, virgen, la cual, nacida de hogar humilde, a
los doce años entró a servir a la familia de los Fatinelli, y perseveró hasta
la muerte, con admirable paciencia, en este servicio doméstico.
Patronazgos:
patrona de las amas de casa y del servicio doméstico.
Refieren
a este santo: Santa Notburga
Los padres de santa Zita,
patrona de los servidores domésticos, eran tan piadosos como pobres. Una
hermana suya entró en un convento de religiosas cistercienses y su tío, Graciano,
era un ermitaño a quien el pueblo veneraba como santo. La madre de Zita no
tenía más que decirle: «Esto es agradable a Dios» o «Esto desagrada a Dios»,
para que la niña obedeciese inmediatamente. A los doce años, Zita entró a
servir en una casa de Lucca, a unos quince kilómetros de su pueblo de Monte
Sagrati, en la casa de Pagano di Fatinelli, quien tenía un negocio de hilados y
tejidos de seda y lana. Desde el principio se acostumbró Zita a levantarse por
la noche para orar y asistir a la misa en la iglesia de San Frediano.
Distribuía entre los pobres lo mejor de sus alimentos y dormía generalmente en
el suelo, pues había regalado su cama a un mendigo.
Durante varios años la
hicieron sufrir mucho los otros criados, quienes llevaban a mal su piedad, consideraban
como un mudo reproche su laboriosidad y se molestaban por el desagrado con que
oía sus palabras, provocativas y groseras. La envidia de sus compañeros
despertó el recelo del señor de la casa contra Zita, que lo soportó todo sin
una queja. Zita se defendió del atrevimiento de un criado, rasguñándole la
cara; cuando su amo le preguntó lo que había pasado, Zita no pronunció ni una
sola palabra para excusarse. Poco a poco su paciencia le fue ganando los ánimos
de todos y el señor y la señora de la casa empezaron a comprender el tesoro que
tenían en la doncella.
La santa consideraba el
trabajo como una práctica piadosa. Más tarde solía decir: «Una sirvienta que no
es laboriosa no es buena; en las gentes de nuestra posición, la piedad que
impide el trabajo es mala piedad». La señora de la casa le confió el cuidado de
los niños y la nombró ama de llaves. Un día, el amo decidió inspeccionar la
provisión de habas, pues esperaba obtener un buen precio por ellas. En aquella
época, todas las familias cristianas daban alimentos a los pobres, pero Zita
había regalado demasiados sacos de habas, como lo había confesado a su ama.
Pagano era de temperamento muy violento, y la pobre Zita se echó a temblar y
pidió a Dios que arreglase las cosas. Cuando Pagano fue al granero, no faltaba
un solo saco; la única explicación posible fue la de que el cielo había
multiplicado las habas. En otra ocasión en que Zita se había entretenido en la
iglesia, olvidando que era el día en que se cocía el pan, se dirigió a toda
prisa a la casa; cuando llegó, encontró los panes listos para introducirlos en
el horno.
Un helado día de Navidad,
como Zita insistiese en ir a la iglesia, su amo le echó su propia capa sobre
los hombros, con la recomendación de que la cuidase bien. Al llegar a la iglesia
de San Frediano, Zita encontró a un mendigo mal vestido que tiritaba de frío.
Como el mendigo señalase ansiosamente la capa que llevaba la santa, ésta se la
echó al punto sobre los hombros, diciéndole que podía guardarla hasta que ella
saliese de la iglesia. Naturalmente, al acabar la misa el mendigo había
desaparecido con la capa. Muy abatida, Zita recibió una dura reprimenda de su
amo, como era de temerse. Cuando la familia se disponía a empezar la cena de
Navidad, unas horas después, se presentó a la puerta del comedor un
desconocido, quien devolvió a Zita la capa de su amo. Los señores de la casa
intentaron darle las gracias, pero el desconocido desapareció tan
misteriosamente como había aparecido, y dejó el corazón de la familia lleno de
gozo celestial. Desde entonces, la puerta de la iglesia de San Frediano en la
que Zita encontró al mendigo se llama «la Puerta del Angel».
Con el tiempo, Zita llegó a
ser la amiga y consejera de toda la casa. Era la única que sabía cómo tratar a
Pagano, cuando éste montaba en cólera. Pero la veneración que todos le
profesaban le molestaba infinitamente más que los malos tratos del principio.
Para entonces, la santa estaba ya suficientemente libre de los quehaceres
domésticos para visitar a su gusto a los enfermos, a los pobres y a los presos.
Tenía particular cariño por los condenados a muerte, por quienes pasaba largas
horas en oración. En esas obras de piedad y misericordia pasó los últimos años
de su vida. Murió apaciblemente el 27 de abril de 1278. Tenía entonces sesenta
años de edad y había estado al servicio de la familia de Pagano durante
cuarenta y ocho años. El cuerpo de Santa Zita reposa en la iglesia de San
Frediano, en Lucca, a donde la santa había ido con tanta regularidad durante
los años que pasó allí.
La principal fuente de
información es la biografía escrita por Fatinellus de Fatinellis, que se halla
en Acta Sanctorum, abril, vol. III. Existen muchas biografías recientes, como
las de Toussaint (1902) y Ledóchowsky (1911) . Ver también la biografía escrita
por Bartolomeo Fiorito en 1752 y Analecta Bollandiana, vol. XLVIII (1930), pp.
229-230.
fuente: «Vidas de los santos
de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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