San Simeón, obispo y
mártir
Fecha: 27 de abril
Fecha en el calendario anterior: 18
de febrero
†: 107 - país: Israel
Canonización:
bíblico
Hagiografía:
Abel Della Costa
Elogio: En
Jerusalén, conmemoración de san Simeón, obispo y mártir, que, según la
tradición, era hijo de Cleofás y pariente del Salvador según la carne. Ordenado
obispo de Jerusalén después de Santiago, el hermano del Señor, en la
persecución bajo el emperador Trajano fue sometido a varios suplicios, hasta
que, ya anciano, murió en la cruz.
Refieren
a este santo: Santos Felipe y Santiago
En el Nuevo Testamento se
nombra, con completa naturalidad, cierto conjunto de «hermanos y parientes» del
Señor. Ya vemos cómo, en Mateo 13, la gente de su pueblo los conoce, o cómo en
Marcos 3 Jesús opone el parentesco aparente de la carne, al auténtico de la fe;
los vemos en Hechos 1 reunidos con los Apóstoles en oración y comunión, y
presumiblemente, recibiendo también el Espíritu, e incluso conocemos un hermano
muy prominente en la primera Iglesia -tanto que la tradición posterior no se
resistió a confundirlo con un apóstol-: Santiago, el hermano del Señor, jefe de
la Iglesia de Jerusalén. La mención de estos parientes era tan natural a
quienes habían convivido con Jesús, que muy poco se ocuparon de dejar en claro
qué posición ocupaban en la genealogía de Jesús, y sólo de unos pocos, apenas
cuatro, nos dejaron su nombre: Santiago, José, Simeón y Judas (Mt 13,55). ¿Se
trata de hermanos carnales? podrían serlo, a través de un primer matrimonio de
José; ¿se trata de primos hermanos? es verdad que la palabra griega que se usa
(adelphós) quiere decir claramente "hermanos", pero podría estar
traduciendo el concepto arameo de «'ajá», que significa «hermano», pero de tal
manera que puede abarcar con naturalidad también a los primos.
Sea como sea la explicación,
en algún momento, hacia fines del siglo I, la predicación cristiana se comenzó
a sentir incómoda por esta referencia: había que poder «controlar» el dato,
saber mejor a qué información se refería. Comenzó un complejo trabajo, en gran
medida inconsciente y no relacionado sólo con este aspecto, de armonización de
los datos que «no cerraban». Un trabajo de tal eficacia que ha atravesado casi
1800 años, y recién se ha puesto en duda la solidez de esa información a partir
del siglo XIX; y hay que decir que en parte de la predicación popular actual
aun se le sigue dando crédito como si esas armonizaciones surgieran con
naturalidad del Evangelio o ayudaran a comprenderlo mejor.
Dentro de esos datos
armonizados están, como no, los pocos que conocemos sobre este Simeón, «segundo
obispo de Jerusalén, y hermano del Señor». Se dice de él que era hijo de
Cleofás (o Clopás), hermano de san José, ¿por qué? Porque en Marcos 15,40 se
dice: «Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María
Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé» Ahora
bien, en Juan 19,25 se dice que «junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la
hermana de su madre, María, mujer de Clopás...», por tanto, esta madre de
Santiago y Joset debe ser la mujer de Clopás, además de tía de Jesús por parte
de su madre. Pero si en la lista de Mt 13,55 nombraba a Santiago y Joset junto
con Simeón y Judas, entonces podemos deducir que Simeón y Judas son hijos de
Clopás... ¿podemos afirmar entonces que es hijo de Cleofás? sí, claro, podemos
afirmarlo, pero habremos de reconocer que el argumento es un tanto débil,
podría ser hijo de media Galilea sin que nosotros llegáramos a enterarnos. Y ni
hablemos de cuando a estos escuetos datos se comienzan a sumar las fantasías
sin límites de los apócrifos.
En realidad deberíamos
aceptar la «ascesis de cotilleo» que nos propone el Nuevo Testamento, y no lanzarnos
a inventar sobre los personajes lo que no han querido consignar los que fueron
testigos directos del entorno de Jesús. Más bien el conocimiento que nos
propone el Nuevo Testamento nos puede servir no para enterarnos de algo tan
inútil como si Simeón es hermano por vía de José o primo por vía de Cleofás,
sino para darnos cuenta que la realidad de la Iglesia del primer siglo fue muy
compleja, más de lo que imaginamos, y que junto a los elegidos por Jesús -los
que resumimos en la mención de «los Doce»- también tenían fuerza y palabra ese
impreciso grupo de «parientes del Señor» que durante unos años disputaron con
los apóstoles por lo que debía considerarse la sucesión correcta en la
dirección de la Iglesia.
Tal fuerza habrá tenido este
grupo de parientes -aunque no sobrevivió al fin del siglo primero- que la
tradición recuerda vagamente que la Iglesia de Jerusalén estaba en manos de
ellos: primero a través de Santiago, el hermano del Señor, y, muerto éste,
quizás hacia el 66, a través de Simeón, el santo que hoy conmemoramos. Este
detalle no viene en Hechos de los Apóstoles, pero nos llega por medio de la
Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, quien en III,11 dice: «Tras el
martirio de Santiago y la inmediata toma de Jerusalén, cuenta la tradición que,
viniendo de diversos sitios, se reunieron en un mismo lugar los apóstoles y los
discípulos del Señor que todavía se hallaban con vida, y juntos con ellos
también los que eran de la familia del Señor según la carne (pues muchos aún
estaban vivos). Todos ellos deliberaron acerca de quién había de ser juzgado
digno de la sucesión de Santiago, y por unanimidad todos pensaron que Simeón,
el hijo de Clopás (a quien también menciona el texto del Evangelio), merecía el
trono de aquella región, por ser, según se dice, primo del Salvador, pues
Hegesipo cuenta que Clopás era hermano de José.»
Este mismo Hegésipo que
menciona Eusebio como fuente, transmite el dato -que el mismo Eusebio recoge-
de que Simeón murió martirizado a edad muy avanzada, ciento veinte años, en una
persecución romana a los judíos descendientes de David (entre los cuales, por
supuesto, están los parientes del Señor), persecución cuya única noticia
histórica es ésta. De todo esto concluye Eusebio: «Calculando un poco se puede
decir que Simón vio y oyó en persona al Señor, tomando como prueba su larga
edad y la referencia, en los Evangelios, a María de Clopás, el cual, como ya
mostramos, era su padre.» (III,32).
Bibliografía:
Sobre «los Doce» y «los hermanos» puede leerse la sección correspondiente de
«Aspectos del pensamiento neotestamentario», en Comentario Bíblico San
Jerónimo, tomo 5, 752ss, o, por supuesto, cualquier otra introducción crítica a
la primitiva historia de la Iglesia. Los datos de Eusebio pueden leerse en la
propia Historia Eclesiástica, que es siempre un gusto leer directamente. La
noticia del Butler-Guinea, 1966 (colocada el 18 de febrero) resume muy bien los
datos tradicionales, y aunque no hace la crítica, señala lo difícil que es
sostenerlos. Sobre el proceso de armonización de datos propio de los siglos
II-III hay escasa bibliografía no especializada, pero puede seguirse en otras
noticias de santos del NT que he ido presentando en este martirologio, por
ejemplo: las santas María de Cleofás y Salomé, san Bartolomé apóstol o san
Marcos evangelista.
Abel Della Costa
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modificación relevante: ant 2012
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