Santa Gertrudis la Magna,
virgen
Fecha: 16 de noviembre
n.: 1256 - †: 1302 - país:
Alemania
Otras formas del nombre:
Gertrude de Helfta
Canonización: C: Clemente XII 1677 (canonización no formal)
Hagiografía:
«Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio:
Santa Gertrudis, llamada «Magna», virgen, que entregada desde su infancia, con
mucho fervor y decisión, a la soledad y al estudio de las letras, y convertida
totalmente a Dios, ingresó en el monasterio cisterciense de Helfta, cerca de
Eisleben, en Sajonia, donde progresó de modo admirable por el camino de
perfección, consagrándose a la oración y contemplación de Cristo crucificado.
Falleció el día diecisiete.
Patronazgos:
patrona de Perú, de las Antillas, y de las monjas.
Refieren
a este santo: Santa Matilde
Oración: Oh
Dios, que hiciste del corazón de tu virgen santa Gertrudis una gozosa morada
para ti, por su oración y sus méritos, ilumina las tinieblas de nuestro corazón
y concédenos experimentar con alegría tu presencia y acción entre nosotros. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración
litúrgica).
En 1258, las religiosas de
Rossdorf, entre las que se encontraba santa Matilde, se trasladaron a un
monasterio de Helfta, en Sajonia, de donde era originaria la noble familia de
los Hackeborn; allí fue abadesa Gertrudis von Hackeborn, hermana de santa
Matilde, y que no debe ser confundida con nuestra santa de hoy, que no fue
abadesa. Tres años más tarde de la fundación, santa Gertrudis, que entonces
tenía cinco, fue enviada a educarse con las religiosas. Nada sabemos acerca de
sus padres ni del sitio en que nació. La superiora la confió al cuidado de
santa Matilde y, pronto, las dos santas empezaron a unirse con los lazos del
afecto. Gertrudis, que era muy atractiva e inteligente, llegó a ser una buena
latinista. Con el tiempo, tomó el hábito en ese convento, del que probablemente
no había salido desde la niñez.
A eso de los veintiséis
años, santa Gertrudís tuvo la primera de las revelaciones que la hicieron
famosa: cuando iba a acostarse, le pareció ver al Señor en forma de joven.
«Aunque sabía yo que me hallaba en el dormitorio, me parecía que me encontraba
en el rincón del coro donde solía hacer mis tibias oraciones y oí estas
palabras: 'Yo te salvaré y te libraré. No Temas'. Cuando el Señor dijo esto,
extendió su mano fina y delicada hasta tocar la mía, como para confirmar su
promesa y prosiguió: 'Has mordido el polvo con mis enemigos y has tratado de
extraer miel de las espinas. Vuélvete ahora a Mí, y mis delicias divinas serán
para ti como vino'.» Entonces se interpuso un seto de espinos entre los dos.
Pero Gertrudis se sintió como arrebatada por los aires y se encontró al lado
del Señor: «Entonces vi en la mano que poco antes se me había dado como prenda,
las joyas radiantes que anularon la pena de muerte que se cernía sobre
nosotros.» Tal fue la experiencia de Gertrudis; tal fue lo que podría llamarse
su «conversión», a pesar de que se trataba del alma más pura e inocente. A
partir de entonces, se entregó con plena conciencia y toda deliberación a la
conquista de la perfección y de la unión con Dios.
Hasta entonces, los estudios
profanos habían sido sus delicias; en adelante, se dedicó a estudiar la Biblia
y los escritos de los Padres, sobre todo de san Agustín y de san Bernardo,
quien había muerto no hacía mucho tiempo. En otras palabras, «del estudio de la
gramática pasó al de la teología»; y sus escritos muestran claramente la
influencia de la liturgia y de sus lecturas privadas. Exteriormente, la vida de
santa Gertrudis fue como la de tantas otras contemplativas, es decir, poco
pintoresca. Sabemos que solía copiar pasajes de la Sagrada Escritura y componer
pequeños comentarios para sus hermanas en religión, y que se distinguía por su
caridad para con los difuntos y por su libertad de espíritu. El mejor ejemplo
de esto último es su reacción ante las muertes súbitas e inesperadas. «Deseo
con toda el alma tener el consuelo de recibir los últimos sacramentos, que dan
la salud; sin embargo, la mejor preparación para la muerte es tener presente
que Dios escoge la hora. Estoy absolutamente cierta de que, ya sea que tenga
una muerte súbita o prevista, no me faltará la misericordia del Señor, sin la
cual no podría salvarme en ninguno de los dos casos».
Después de la primera
revelación, Gertrudis siguió viendo al Señor «veladamente», a la hora de la
comunión, hasta la víspera de la Anunciación. Ese día, el Señor la visitó en la
capilla durante los oficios de la mañana y, «desde entonces, me concedió un
conocimiento más claro de Él, de suerte que empecé a corregirme de mis faltas
mucho más por la dulzura de Su amor que por temor de su justa cólera». Los
cinco libros del «Heraldo de la amorosa bondad de Dios» (comúnmente llamados
«Revelaciones de Santa Gertrudis»), de los que la santa sólo escribió el
segundo, contienen una serie de visiones, comunicaciones y experiencias
místicas, que han sido ratificadas por muchos místicos y teólogos distinguidos.
La santa habla de un rayo de luz, como una flecha, que procedía de la herida
del costado de un crucifijo. Cuenta también que su alma, derretida como la
cera, se aplicó al pecho del Señor como para recibir la impresión de un sello y
alude a un matrimonio espiritual en el que su alma fue como absorbida por el
corazón de Jesús. Pero «la adversidad es el anillo espiritual que sella los
esponsales con Dios». Santa Gertrudis se adelantó a su tiempo en ciertos
puntos, como la comunión frecuente, la devoción a san José y la devoción al
Sagrado Corazón. Con frecuencia hablaba del Sagrado Corazón con santa Matilde y
se cuenta que en dos visiones diferentes reclinó la cabeza sobre el pecho del
Señor y oyó los latidos de su corazón.
En la actualidad, el pueblo
cristiano conoce sobre todo a estas santa Matilde y a santa Gertrudis por una
serie de oraciones que se les atribuyen. Fueron publicadas por primera vez en
Colonia, a fines del siglo XVII. Sin meternos a juzgar el mérito de esas
oraciones, lo cierto es que no fueron compuestas por Gertrudis y Matilde. Dom
Castel fue el primero que publicó en francés una serie de plegarias
entresacadas de las obras genuinas de ambas santas; el canónigo Juan Gray las
tradujo al inglés en 1927. Alban Butler, refiriéndose al libro de santa
Gertrudis, dice que es «probablemente, después de las obras de santa Teresa, el
escrito más útil que una mujer ha dado a la Iglesia para alimentar la piedad en
el estado contemplativo». Santa Gertrudis murió el 17 de noviembre de 1301 o
1302, alrededor de los cuarenta y cinco años, al cabo de diez años de penosas
enfermedades. Aunque no fue canonizada formalmente, Inocencio XI introdujo su
nombre en el Martirologio Romano en 1677. Clemente XII ordenó que se celebrase
su fiesta en toda la Iglesia de Occidente, lo que equivale en los hechos a una
canonización. Tanto los benedictinos como los cistercienses aseguran que el
monasterio de Helfta pertenecía a sus respectivas órdenes y veneran
especialmente a santa Gertrudis.
Las únicas fuentes sobre la
vida de santa Gertrudis son sus propios escritos. La primera edición completa y
aceptable fue hecha por los benedictinos de Solesmes, con el título de
Revelationes Gertrudianae et Mechtildianae (1875), pero sin distinguir
claramente las diversas obras. El Legatus divinae pietatis, se divide en cinco
libros: el libro segundo fue ciertamente escrito por santa Gertrudis; los
libros tercero, cuarto y quinto fueron compuestos bajo su dirección; el libro
primero fue escrito por los amigos íntimos de la santa, después de su muerte.
Esa obra es la principal fuente sobre la vida de Gertrudis, de la que sabemos
muy poco; pero hay también algunos datos en el Liber specialis gratiae, que se
refiere sobre todo a santa Matilde y se halla en el Iibro segundo de las
Revelationes. La biografía inglesa de Dom G. Dolan, St Gertrude the Great
(1912) es excelente, así como la obra francesa de G. Ledos (1901). E. Michel
estudió con acierto la influencia de santa Gertrudis en el sentimiento
religioso de su época, en Geschichte des deutschen Volkes vom dreizehnten
Jahrhundert, vol. III , pp. 174-211. Se han escrito muchos libros y artículos
sobre la devoción que santa Gertrudis profesaba al Sagrado Corazón,
adelantándose a su tiempo. Véase, por ejemplo, A. Hamon, Histoire de la
devotion au Sacre Coeur, vol. II; U. Berliére, La dévotion au Sacre Coeur dans
l'Ordre de St Benoit (1920).
El presente artículo recoge
lo que en el artículo y la bibliografía del Butler-Guinea del 16 de noviembre
se refiere a santa Gertrudis, ya que por la especial unión que vivieron ella y
santa Matilde, y lo poco que conocemos de esta última, el hagiógrafo las trató
conjuntamente. En el artículo sobre santa Matilde pondremos el resto del
escrito. SS. Benedicto XVI dedica su catequesis del 6 de octubre de 2010 a la figura
de Gertrudis la Magna.
Estas biografías de santo
son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha
sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y
servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar
esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el
siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4188
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