San Pedro y San Pablo
Fecha: 18 de noviembre
†: 1626; 1854 - país:
Italia
Elogio: La
dedicación de las basílicas de los apóstoles san Pedro y san Pablo. La primera
de ellas fue edificada por el emperador Constantino sobre el sepulcro de san
Pedro en la colina del Vaticano, y al deteriorarse por el paso de los años fue
reconstruida con mayor amplitud y de nuevo consagrada en este mismo día de su
aniversario. La otra, edificada por los emperadores Teodosio y Valentiniano en
la vía Ostiense, después de quedar aniquilada por un lamentable incendio fue
reedificada en su totalidad y dedicada el diez de diciembre. Con su común
conmemoración se quiere significar, de algún modo, la fraternidad de los
apóstoles y la unidad en Iglesia.
Durante el siglo III los
cristianos comienzan a dar culto litúrgico a los mártires, sus hermanos en la
fe, que amaron a Dios más que a su propia vida. El culto empieza en las mismas
tumbas. La comunidad cristiana se reúne lo más cerca posible del sepulcro para
conmemorar el aniversario del martirio. En estas reuniones se celebraba la
santa misa y un testigo presencial relataba las vicisitudes del martirio o bien
se leían las actas. No era raro ver en primera fila al hijo, al padre o a la
esposa del glorioso mártir. La tumba de un mártir constituye una gloria local,
y, visitada en un principio por parientes y amigos, acaba por convertirse en
centro de peregrinación. En el siglo IV, cuando la Iglesia goza de paz después
del azaroso período de persecuciones, se levantan bellas basílicas en honor de
los mártires, procurando siempre que el altar central (el único que había
entonces en las iglesias) se asiente encima del sepulcro, aunque para ello tengan
que nivelar el terreno o inutilizar otras sepulturas. Desde la iglesia se podía
descender por escaleras laterales hasta la cámara sepulcral o cripta, situada
debajo del presbiterio, en donde estaba el cuerpo del mártir.
No se conservan las tumbas
de los mártires de los dos primeros siglos por la sencilla razón de que aún no
se les daba culto. Hay, empero, dos excepciones, y son la tumba de san Pedro,
primer papa, y la de san Pablo, apóstol de los gentiles. Ambos fueron
martirizados en Roma hacia el año 671, en distinta fecha, aunque la liturgia
celebre su fiesta el mismo día 29 de junio. San Pedro fue crucificado, según
tradición, y los cristianos le dieron sepultura en un cementerio público de la
colina Vaticana, junto a la vía Aurelia, mientras que san Pablo murió
decapitado (tuvieron con él esta deferencia por tratarse de un ciudadano
romano), siendo enterrado en la vía Ostiense, muy cerca del Tíber. Tenían los
dos mucha importancia en la fundación de la Iglesia romana para que los
cristianos perdieran el recuerdo de sus tumbas. Efectivamente, hacia el año
200, el sacerdote romano Gayo, en una discusión con Próculo, representante de
la secta montanista, le decía a éste: «Yo te puedo mostrar los restos de los
apóstoles; pues, ya te dirijas al Vaticano, ya a la vía Ostiense, hallarás los
trofeos de quienes fundaron aquella Iglesia» (Eusebio, Hist. Ecl., II, 25,7.).
Cesaron las persecuciones y
Constantino subió al trono imperial. Por aquellos días gobernaba la Iglesia el
papa san Silvestre. Su biógrafo, en el Liber Pontificalis, dice que el
emperador construyó, a ruegos del Papa, la basílica sobre la tumba de san
Pedro. La empresa no fue fácil, pues el sepulcro estaba en una pendiente
bastante pronunciada de la colina. Tuvieron que levantar altos muros a un lado,
ahondar el terreno en otro y nivelar el conjunto hasta obtener una gran
plataforma. El Papa la dedicó en el año 326 y, según se lee en el Breviario
Romano2, erigió en ella un altar de piedra, al que ungió con el sagrado crisma,
disponiendo además que, en adelante, tan sólo se consagraran altares de piedra.
Era una basílica grandiosa, a cinco naves, con un pórtico en la entrada, y que
perduró por toda la Edad Media. Debajo del altar, a unos metros de profundidad
había la cripta con la tumba del apóstol, la cual fue recubierta con una masa
de bronce y una cruz horizontal encima, toda ella de oro, de 150 libras de
peso, debido a la munificencia de Constantino. La cripta era inaccesible, pero
los peregrinos para confiarse al Santo se acercaban a la ventanilla de la
confesión (una abertura que había en la parte delantera del altar), y desde
allí, por un conducto interior, hacían descender lienzos y otros objetos que
tocaran el sepulcro. Dichos objetos eran conservados como recuerdo y venerados
a modo de reliquias. Así como la basílica de Letrán, edificada también por
Constantino y dedicada en un principio al Salvador, era considerada como la
catedral de Roma y fue residencia de los papas por toda la Edad Media, la de
San Pedro venía a ser la catedral del mundo. En ella se reunían los fieles en
las principales festividades del año litúrgico: Navidad, Epifanía, Pasión,
Pascua, Ascensión y Pentecostés. El nuevo papa recibía la consagración en San
Pedro y allí era sepultado al morir. En ella eran ordenados los presbíteros y
diáconos romanos.
Constantino cuidó también de
la edificación de la basílica de San Pablo sobre la tumba de éste apóstol en la
vía Ostiense. Era un edificio más bien pequeño; por eso algunos años después,
en tiempo del emperador Valentiniano, construyeron otra mucho mayor a cinco
naves, de orientación contraria a la anterior, sin tocar, no obstante, el altar
primitivo. Todavía se conservan hoy, en la mesa del altar, los agujeros por los
que en otros tiempos se hacían descender los lienzos y los incensarios para
fumigar el sepulcro.
Desde un principio, ambas
basílicas ofrecen una historia parecida. Son los dos templos más visitados de
Roma y se convierten en centros mundiales de peregrinación. Desde todas partes
del orbe cristiano se iba a rendir homenaje a los Príncipes de los Apóstoles
(«ad limina apostolorum»). Era tal la concurrencia de peregrinos que el papa
san Simplicio, en el siglo V, estableció en ambas basílicas un servicio
permanente de sacerdotes para administrar el bautismo y la penitencia. Cuando
Alarico sitió la ciudad de Roma en el año 410, prometió a los romanos que las
tropas respetarían a quienes se refugiasen en las basílicas apostólicas. A
propósito de esto nos cuenta san Jerónimo que la noble dama Marcela huyó de su
palacio del Aventino y corrió a la basílica de San Pablo «para hallar allí su
refugio o su sepultura». En invasiones posteriores, los romanos no tuvieron
tanta suerte, y las basílicas apostólicas fueron saqueadas más de una vez. A
fin de evitar tantos desastres, León IV, en el siglo IX, hizo amurallar la
basílica vaticana y los edificios contiguos, creando la que en adelante se
llamó Ciudad Leonina. Lo propio hizo luego el papa Juan VIII con la basílica de
San Pablo. El nuevo recinto tomó el nombre de Joanópolis.
La confesión y el altar de
San Pedro sufrieron diversas restauraciones en el decurso de los siglos. Al
final de la Edad Media, la basílica vaticana, además de resultar pequeña,
amenazaba ruina; por lo cual, el papa Nicolás V determinó la construcción de la
actual. Tomaron parte en los trabajos los arquitectos más destacados de la
época y los mejores artistas. La obra duró varios pontificados, hasta fue fue
consagrada ppr el papa Urbano VIII en 18 de noviembre de 1626, exactamente a
los trece siglos de haber sido erigida la anterior. La actual basílica tiene la
forma de cruz latina con el altar en el centro de los brazos y en el mismo
sitio que ocupaba el anterior, pero en un plano más elevado. Ocupa un espacio
que rebasa los quince mil metros cuadrados. La longitud total, comprendiendo el
pórtico, es de doscientos once metros y medio. La nave transversal tiene ciento
cuarenta metros. La cúpula se eleva a ciento treinta y tres metros del suelo,
con un diámetro de cuarenta y dos metros. No hay que decir que es la mayor
iglesia del mundo. En las recientes excavaciones3 llevadas a cabo por
indicación del papa Pío XII, se hallaron las capas superpuestas de las
distintas restauraciones; de modo que las noticias que se tenían sobre la
historia de la tumba han sido admirablemente confirmadas por los vestigios
monumentales que han ido apareciendo en el decurso de las excavaciones. Debajo
del altar actual apareció la confesión y el altar construido por Calixto II en
el siglo XII. Debajo de éste había otro altar, el que edificó el papa San
Gregorio el Magno hacia el año 600. Más abajo estaba la construcción sepulcral
del tiempo de Constantino. Y, ahondando más, dieron con el primer revestimiento
de la tumba, que, según la tradición, había sido hecha en tiempo del papa Anacleto,
pero que el estudio atento de los materiales empleados ha puesto en claro que
fue en tiempos del papa Aniceto, hacia el año 160. La equivocación de estos dos
nombres en documentos posteriores es por demás comprensible. Finalmente, debajo
de la memoria del papa Aniceto se halló una humilde fosa excavada en la tierra
y recubierta con tejas (según costumbre) con los restos del apóstol.
La basílica de San Pablo,
también a cinco naves separadas por veinticuatro columnas de mármol,
enriquecida con mosaicos y por los famosos medallones de todos los papas, era
considerada en la Edad Media como la basílica más bella de Roma. Pero, en 1823,
un incendió la destruyó casi por completo. León XII ordenó la reconstrucción
siguiendo el mismo plano y aprovechando lo que había salvado de la antigua,
entre otras cosas, el famoso mosaico del arco triunfal del tiempo de Gala
Placidia. La consagró el papa Pío IX el 10 de diciembre de 1854, con asistencia
de muchos cardenales y obispos de todo el orbe que habían acudido a Roma para
la proclamación del dogma de la Inmaculada, que tuvo lugar dos días antes. Se
estableció, sin embargo, que el aniversario de la consagración continuase
celebrándose el 18 de noviembre. De esta forma se ha respetado una vez más el
interés de la sagrada liturgia en unir en un mismo día (29 de junio) la fiesta
y la dedicación (18 de noviembre) de los dos apóstoles columnas de la Iglesia,
tan dispares en su origen (el uno apóstol y el otro perseguidor), tan diversos
en su apostolado (el uno representa la tradición y el otro la renovación), pero
unidos ambos por el martirio bajo una misma persecución, y unidos, sobre todo,
por el mismo amor ardiente y sincero a Jesús.
Notas
de ETF:
1: de ninguna manera se
puede considerar en la actualidad como opinión unánime de los especialistas que
los dos santos hayan muerto en la misma persecución de Nerón, en el 67; es
posible que sí, pero también es posible que en este dato la tradición buscara
presentar simbólicamente -al igual que lo hace la liturgia en la fiesta
conjunta de junio y en la de las dedicaciones- la armonía profunda de los dos
más grandes apóstoles.
2: se refiere el autor a la
lectura del Breviario anterior a la última reforma, el el actual se lee un
fragmento de un sermón de San León Magno sobre los dos apóstoles.
3: 1942.
Artículo firmado por el P.
Juan Ferrando Roig, publicado originalmente en «Año Cristiano», de BAC, ed.
1959; nosotros lo tomamos de Mercabá, pero cotejándolo con la edición impresa
que se reproduce también en la tercera edición de «Año Cristiano», BAC, 2003.
De esta última recogemos la siguiente Bibliografía: Hülsen, Ch. C.F., «Le
cbiese di Roma nel medioevo» (Florencia 1927); Kirschbaum, E.-Junyent,
E.-Vives, J., «La tumba de San Pedro y las catacumbas romanas» (Madrid 1954);
Marucchi, H., «Basiliques et églises de Rome» (París 1902); Schuster, A. I.,
«Liber sacramentorum», I (Turín 1941). A esto puebde añadirse el también
interesante, también de la misma época aunque en otra perspectiva, del Butler,
Tomo IV, pág. 377, México, 1965. El sitio del Vaticano tiene bellísimas visitas
virtuales a las basílicas y capillas papales, con abundantes referencias
bibliográficas, tanto la de San Pedro como la de San Pablo, posiblemente la
mejor preparada de toda la serie de visitas virtuales, con abundante
información, también en español (la de san Pedro de momento sólo en italiano,
aunque parece que el programa ya está preparado para incorporar más idiomas); a
esto puede añadirse la pequeña webgrafía que dimos en el artículo de Dedicación
d ela Basílica de Letrán.
Imágenes:
Viviano Codazzi: la Basílica
de San Pedro, 1630 (a cuatro años de la dedicación), nótese que aun tenía dos
campanarios, a derecha e izquierda, que fueron quitados después.
San Pablo Extramuros,
fotografía de 2007 por Berthold Werner, la tomamos de Wikimedia.
Estas biografías de santo
son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha
sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y
servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar
esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el
siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4216
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