San Martín I, papa mártir
Fecha: 13 de abril
Fecha en el calendario anterior: 12
de noviembre
†: 656 - país: Ucrania
Canonización:
pre-congregación
Hagiografía:
«Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San
Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el
Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su
sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y
lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra
bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el
que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona
eterna.
Refieren
a este santo: San Eugenio I, San Mansueto de Milán
Oración: Dios
todopoderoso, tú has querido que san Martín primero, papa y mártir, no fuera
vencido ni por las amenazas, ni por los sufrimientos; concédenos, a nosotros,
soportar con fortaleza de espíritu las adversidades de este mundo. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)
San Martin nació en Todi,
ciudad de Umbría, y se distinguió entre el clero de Roma por su santidad y
saber. Era diácono cuando el papa Teodoro I le envió como «apocrisarius» o
nuncio, a Constantinopla. En julio del año 649, a la muerte de Teodoro, fue
elegido para sucederle en el pontificado. En octubre del año siguiente, reunió
un Concilio en Letrán contra los que negaban que Cristo hubiese tenido voluntad
humana (los monotelitas). Dicho Concilio formuló la doctrina ortodoxa de las
dos voluntades y anatematizó la herejía monotelita. También censuró dos edictos
imperiales: la «Ektesis» de Heraclio y el «Typos» de Constante; el primero,
porque contenía una exposición de la fe que favorecía a los monotelitas y el
segundo, porque imponía silencio sobre la cuestión de las dos voluntades a
ambas partes. Los Padres del Concilio de Letrán hicieron la siguiente
declaración, que parece una cita del papa Honorio I, aunque no se menciona su
nombre: «El Señor nos ha mandado hacer el bien y condenar el mal, pero no
desarraigar el bien y el mal por igual. No podemos condenar por igual el error
y la verdad». Los decretos del Concilio fueron promulgados en todo el Oriente y
el Occidente. San Martín I exhortó a los obispos de África, España e
Inglaterra, a acabar con el monotelismo, y nombró en el Oriente un vicario para
que pusiese en vigor las decisiones conciliares en los patriarcados de
Antioquía y Jerusalén.
Ello molestó al emperador
Constante II, quien ya antes había enviado a Roma a un exarca para que sembrase
la disensión entre los obispos que asistían al Concilio. Como la misión del
exarca hubiese fracasado, Constante envió a Teodoro Kalíopes a Roma con orden
de llevar al papa a Constantinopla. El papa, que estaba entonces enfermo, se
refugió en la basílica de Letrán. Cuando Kalíopes y sus soldados irrumpieron en
la basílica, le hallaron recostado frente al altar. El Pontífice no opuso
resistencia alguna. Kalíopes le sacó secretamente de Roma y le obligó a
embarcarse en Porto. Durante el viaje, que fue muy largo, san Martín estuvo muy
enfermo de disentería. En el otoño del año 653, llegó a Constantinopla, donde
estuvo prisionero tres meses. Por entonces escribió en una carta: «No se me ha
permitido lavarme, ni siquiera con agua fría, desde hace cuarenta y siete días.
Estoy deshecho, aterido de frío y la disentería no me deja reposo ... La comida
que me dan me hace daño. Espero que Dios, que lo sabe todo, moverá a mis
perseguidores al arrepentimiento después de mi muerte». El senado, ante el cual
compareció el pontífice, acusado de traición, le condenó sin haberse dignado
oírle. Como san Martín lo hizo notar a sus acusadores, la verdadera causa de su
condenación era el haberse negado a firmar el «Typos». Tras haber sido
maltratado y envilecido en público, cosa que provocó la indignación del pueblo,
san Martín pasó otros tres meses en la prisión. Finalmente, consiguió escapar
con vida, gracias a la intercesión del patriarca Pablo en su lecho de muerte y,
en abril del año 654, fue desterrado a Kherson, en Crimea.
El pontífice escribió un
relato sobre el hambre que reinaba en la región, la dificultad para conseguir
alimentos, la barbarie de los habitantes y la negligencia con que le trataban:
«Estoy sorprendido de la
indiferencia de quienes, habiéndome conocido antes, me han olvidado tan
totalmente, que ni siquiera parecen saber que todavía existo. Más me sorprende
todavía la indiferencia con que los miembros de la iglesia de San Pedro
consideran la suerte de uno de sus hermanos. Si dicha iglesia no tiene dinero,
no carece ciertamente de grano, aceite y otras provisiones, de las que podría
enviarnos una pequeña cantidad. ¿Cómo es posible que el miedo impida a tantas
gentes cumplir el mandato del Señor de socorrer a los necesitados? ¿Acaso he
dado muestras de ser un enemigo de la Iglesia universal o de ellos en
particular? Como quiera que sea, ruego a Dios, por la intercesión de san Pedro,
que los conserve firmes e inconmovibles en la verdadera fe. En cuanto a mi
pobre cuerpo, Dios se encargará de cuidarlo. Dios está conmigo, ¿por qué voy a
preocuparme? Espero en su misericordia que no prolongará mucho tiempo mi vida.»
El deseo de san Martín se
cumplió, ya que murió unos dos años después. Fue el último pontífice mártir.
Después de la última reforma litúrgica, la celebración fue trasladada en
Occidente al 13 de abril. En el Oriente se celebra en diferentes fechas. La
liturgia bizantina le llama «glorioso defensor de la verdadera fe» y «ornato de
la divina cátedra de Pedro». Un contemporáneo de san Martín I le describió como
hombre de gran inteligencia, saber y caridad.
La principal fuente son las
cartas del propio santo, aunque no todas han llegado hasta nosotros en forma
satisfactoria. Hay también un relato de un contemporáneo (véase la edición de
Duchesne del Liber Pontificalis, vol. I, pp. 336 ss., con sus admirables
notas), y la Commemoratio, que es una narración escrita por uno de los clérigos
que acompañaron al papa al destierro. Este último documento y las cartas del
Pontífice pueden verse en Migne, PL., vols. LXXXVII y CXXIX. La vida de san
Eligio escrita por san Ouen, y la biografía griega de san Máximo el Confesor
aportan algunos detalles. Basándose en estos documentos, Mons. Duchesne
reconstruyó en forma bastante completa la historia del pontificado de Martín I:
Lives of the Popes, vol. I, pte. I, pp. 385-405 (1902); pero desde entonces se
han hecho valiosos estudios sobre el tema, entre los cuales hay que mencionar
la publicación hecha por el P. P. Peeters de una biografía inédita del santo en
griego (Analecta Bollandiana, vol. LI, 1933, pp. 225-262). Véase también R.
Devreesse, La vie de St Maxime le Confesseur, en Analecta Bollandiana, vol.
XLVI, 1928, pp. 5-49, y vol. LIII, 1935, pp. 49 ss.; W. Peitz, en Historisches
Jahrbuch, vol. XXXVIII (1917), pp. 213-236 y 428-458; Duchesne, L'Eglie au
Véme. siécle, (1925), pp. 445-453; E. Amann, en Dictionnaire de Théologie
Catholique, vol. X cc. 182-194, etc.
fuente:
«Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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