San Patricio de Armagh,
Apóstol de Irlanda, obispo
Fecha: 17 de marzo
n.: c. 387 - †:
461 - país: Irlanda
Otras formas del nombre:
Maewyn Succat (nombre pagano de nacimiento)
Canonización:
pre-congregación
Hagiografía:
«Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San
Patricio, obispo, que de joven fue llevado cautivo desde Gran Bretaña a
Irlanda, y tras recuperar la libertad quiso ser contado entre los clérigos y
regresar a la misma isla, donde, elegido para la sede episcopal, anunció con
ardor el Evangelio y organizó con firmeza la Iglesia, hasta que en la ciudad de
Down se durmió en el Señor.
Patronazgos: patrono de Irlanda, también
de los mineros, herreros, barberos, toneleros, y de la ganadería; protector
contra las plagas, las enfermedades del ganado, la hostilidad de los malvados,
y para pedir por las almas de los pobres.
Tradiciones, refranes, devociones: El «Día de san Patricio» es celebrado por los
irlandeses no sólo en Irlanda sino en todo el mundo, ya que fue una comunidad
de mucha emigración; lo más típico del festival es el desfile multitudinario,
con una presencia muy marcada del color verde, característico color de la isla,
y a la vez evocando el llamado «trébol de san Patricio», que además de ser la
planta nacional, es lo que utilizó san Patricio para explicar la Trinidad. En
Dublin la fiesta se celebra con gran fervor durante cinco días, aunque el St.
Patrick's Day más famoso es el de Nueva York, y su desfile en la Quinta
Avenida.
Refieren a este santo: San
Amador de Auxerre, San Germán de Auxerre, San Gildas «el Sabio», San Kierano de
Sahigir, San Macaldo de la Isla de Man, San Maccartemio de Clogher, San Melis
de Ardagh, San Paladio, San Winwaleo
Oración: Versión
breve de «La Coraza de San Patricio» (versión completa al final de la
hagiografía):
Cristo conmigo,
Cristo ante mí,
Cristo tras de mí,
Cristo en mí,
Cristo bajo mí,
Cristo sobre mí,
Cristo a mi derecha,
Cristo a mi izquierda,
Cristo cuando me acuesto,
Cristo cuando me siento,
Cristo cuando me levanto,
Cristo en el corazón de todo
hombre que piensa en mí,
Cristo en la boca de todo
hombre que hable de mí,
Cristo en todo ojo que me
ve,
Cristo en todo oído que me
escucha. Amén.
«Si la virtud de los vástagos redunda en
honor de sus padres, con cuánta mayor justicia el nombre de san Patricio ha
dado el lustre y esplendor de su santidad con que la Iglesia de Irlanda ha
brillado durante muchos años y ha poblado con santos muchos lugares del mundo.»
Así habla Alban Butler de san Patricio, y agrega que los campos de sus trabajos
tenían por límite los remotos confines del mundo conocido entonces. Él mismo
nació en aquellos confines. Ya fuese el lugar de su nacimiento la aldea de
Bennavem Taberniae, las cercanías de Dumbarton del Clyde, las tierras de
Cumberland, hacia el sur de Hadrian´s Wall, en la desembocadura del Severn o en
cualquier otro sitio, la cuestión -todavía discutida- carece de importancia.
Por lo que el santo dice de sí mismo, se puede suponer que era de origen
romano-bretón. Su padre, Calpurnio, era diácono y funcionario municipal; su
abuelo había sido sacerdote, ya que en aquellos tiempos no se había impuesto
aún la ley del celibato sacerdotal en el Occidente. El nombre romano del santo
era, posiblemente, el de Patricius Magonos Sucatus. Según sus propios relatos,
cuando tenía dieciséis años «aún no conocía al verdadero Dios», con lo cual
quiso decir, probablemente, que hasta entonces había vivido con la misma
indiferencia de los que le rodeaban hacia los consejos y advertencias de los
hombres de la Iglesia que, como él dice, «nos exhortaban a procurar nuestra
salvación». Si afirmamos que vino al mundo alrededor del año 389 no andaremos
muy descaminados y asimismo podemos afirmar que hacia el 403, cuando era un
chiquillo, fue secuestrado por los invasores, junto con otros muchos jóvenes,
para ser vendido como siervo a los paganos de Irlanda. Durante seis años sirvió
ahí al amo que lo adquirió y, en ese lapso de rudo trabajo y de sufrimiento por
su esclavitud, su alma se templó maravillosamente para la santidad. De acuerdo
con la tradición que se acepta por lo general, aquellos años de prueba los pasó
en las vecindades de Ballymena, en la región de Antrim, sobre las laderas de los
montes que ahora se llaman Slemish; pero, según otro punto de vista, el lugar
de su cautiverio se encontraba en las costas de Mayo, al borde del bosque de
Fochlad (o Foclut). De ser cierta esta última suposición, resultaría que el
monte de Crochan Aigli, que fue el escenario del famoso ayuno de san Patricio,
sirvió también de teatro a los tristes años de su primera juventud, cuando
vivía a solas con Dios mientras velaba por los rebaños de su amo. Mas,
cualquiera que haya sido el sitio, lo que importa es que por entonces, como él
lo dice, «oraba de continuo durante las horas del día. Fue así -agrega- como el
amor de Dios y el temor ante su grandeza crecieron más y más dentro de mí, al
tiempo que se afirmaba mi fe y mi espíritu se conmovía y se inquietaba, de
suerte que me sentía impulsado a pronunciar hasta cien oraciones en el día y,
por la noche, otras tantas. Con este fin, permanecía solo en los bosques y en
la montaña. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que despuntara el
alba me despertaba para orar, en tiempos de neviscas y de heladas, de niebla y
de lluvias. Por entonces estaba contento, porque lejos de sentir en mí la
tibieza que ahora suele embargarme, el espíritu hervía en mi interior».
Cuando habían transcurrido
seis años de aquella existencia en tierras de Irlanda, oyó Patricio en sueños
una voz que le incitaba a aprestarse para realizar un gran esfuerzo a fin de
huir de aquel lugar, recuperar su independencia, regresar a su país y valerse
por sí mismo. Atento a aquellos impulsos, cierto día huyó de las tierras de su
amo y caminó más de 300 kilómetros hasta llegar a la costa en procura de alguna
nave que le condujese a su patria. Encontró el navío, pero tuvo que vencer
muchas dificultades para embarcarse. Sus reiteradas peticiones para que le
dejasen viajar gratuitamente fueron rechazadas muchas veces, hasta que al fin,
como respuesta de sus plegarias al cielo, los marineros accedieron a llevarlo
consigo en el barco. La travesía fue aventurada y peligrosa, puesto que las
tormentas les retuvieron tres días en el mar y cuando al fin tocaron tierra en
un lugar deshabitado de la costa, el joven Patricio y los tripulantes de la
nave tuvieron que internarse por el desierto territorio y caminar durante un
mes sin encontrar alma viviente que les auxiliase, de suerte que sus
provisiones se agotaron. El propio Patricio nos ha dejado una narración sobre
los sufrimientos que el hambre les hizo padecer en aquella aventura «Llegó el
día -dice el santo- en que el capitán de la nave, angustiado por nuestra
situación, me instaba a pedir el auxilio del cielo. '¿Cómo es que nos sucede
esto, cristiano? Dijiste que tu Dios era grande y todopoderoso, ¿por qué
entonces no le diriges una plegaria por nosotros, que estamos amenazados de
morir por hambre? Tal vez no volvamos a ver a un ser humano...' A aquellas
súplicas yo respondí francamente: 'Poned toda vuestra confianza y volved
vuestros corazones al Señor mi Dios, para quien nada es imposible, a fin de que
en este día os envíe vuestro alimento en abundancia y también para los
siguientes del viaje, hasta que estéis satisfechos puesto que Él tiene de sobra
en todas partes'. Fue entonces cuando vimos cruzar por el camino una piara de
cerdos; mis compañeros los persiguieron y mataron a muchos. Ahí nos quedamos
dos noches y, cuando todos estuvieron bien satisfechos y hasta los perros que
aún sobrevivían quedaron hartos, reanudamos la caminata. Después de aquella
comilona todos mostraban su agradecimiento a Dios y yo me convertí en un ser
muy honorable a sus ojos. Desde aquel día tuvimos alimento en abundancia. Más
adelante, encontraron un depósito de miel silvestre, de la cual me ofrecieron
un poco para que la probase. Pero uno de ellos dijo: 'La miel es una de las
ofrendas que se hacen a los ídolos'. Gracias a mi Dios, yo no la probé».
Por fin, los peregrinos
llegaron a lugares habitados -probablemente a las Galias-, el fugitivo Patricio
quedó a salvo y así, a la edad de veintidós o veintitrés años, volvió a
incorporarse a su hogar. Sus familiares le acogieron cariñosamente y permaneció
con ellos una larga temporada y ninguno quería dejarlo partir de nuevo. Pero,
con el correr del tiempo, durante las vigilias de Patricio en los campos, se
reanudaron las visiones y, con frecuencia, oyó «las voces de los que moran más
allá del bosque de Foclut, más allá del mar del oeste y así gritaban todas a un
tiempo, como si salieran de una sola boca, estas palabras: '¡Clamamos a ti, oh
joven lleno de virtudes, para que vengas entre nosotros nuevamente!' Eternas
gracias deben dársele a Dios -agrega- porque al cabo de algunos años el Señor
les concedió aquello por lo que clamaban».
No hay ninguna certeza
respecto al orden de los acontecimientos que se produjeron a partir de
entonces. Resulta difícil aceptar que san Patricio se haya decidido a emprender
la conversión de Irlanda, sin estudio y preparación previa, sin haber recibido
la ordenación sacerdotal y sin contar con alguna comisión que le hubiese
encomendado una autoridad eclesiástica. Por lo tanto parece indiscutible y
enteramente de acuerdo con las declaraciones de los primeros biógrafos del
santo, que éste haya pasado varios años en Francia antes de hacer el intento de
emprender su trabajo de evangelización en Irlanda. Existen pruebas muy firmes
de que pasó una temporada bastante considerable en la isla de Lérins, frente a
Cannes. También tienen solidez las evidencias de que estuvo en relaciones
personales con el obispo san Germán de Auxerre. Algunos historiadores sostienen
que, en aquella época, hizo un viaje a Roma y que el papa san Celestino I fue
quien le envió desde la Ciudad Eterna a Irlanda con una misión especial. Desde
que se dio a la publicidad el libro del profesor Bury «Vida de san Patricio»
(Londres, 1905), se ha afirmado la opinión de que el santo permaneció tres años
en Lérins, de 412 a 415 y después, se radicó en Auxerre durante quince años
más. Durante este tiempo recibió la ordenación sacerdotal. Mientras tanto, el
papa san Celestino envió a Paladio a Irlanda, pero éste nunca llegó a su
destino puesto que, a los doce meses de haber partido, murió entre los pictos
del norte de Britania. A fin de reemplazar a Paladio y llevar a cabo la misión
que el Pontífice le había encomendado, san Germán de Auxerre consagró obispo a
Patricio y se le confió la tarea que aún no había empezado.
Es materialmente imposible
seguir los pasos del santo y obtener detalles del heroico trabajo en las
tierras donde antes había estado cautivo, puesto que, para ello, no dependemos
sino de los datos confusos, legendarios y muchas veces contradictorios que nos
suministran sus primeros biógrafos. La tradición afirma que trabajó ante todo
en el norte, en la región de Slemish que, según el investigador Muirchu, fue la
misma donde Patricio cuidaba el ganado y oraba a su Dios cuando era muy joven y
estaba obligado a servir al amo que le había comprado. Se dice que tan pronto
como aquel amo se enteró del arribo de su antiguo siervo transformado en un
venerado predicador, tuvo un acceso de furia tan violento que prendió fuego a
su propia casa y pereció en medio de las llamas. Semejante anécdota se puede
aceptar o no, según el criterio de cada quien, pero no hay duda de que
antiguamente se la tenía por auténtica en Irlanda. Para lo que sí parece haber
un fundamento histórico es para el dato de que, a su arribo a tierras
irlandesas, san Patricio permaneció una temporada en Ulster, donde fundó el
monasterio de Saúl y emprendió, con su energía característica, la tarea de
conquistar el favor del «Gran Rey» Laoghaire, que moraba con su corte en Tara,
de la región de Meath. Indudablemente que hay mucho de fábula en lo que se
cuenta sobre el encuentro de san Patricio con los magos druidas, pero es
imposible negar que, de aquel encuentro resultó una decisión trascendental y de
que el santo, ya fuera por el poder de su carácter o por el don de obrar
milagros, obtuvo una rotunda victoria sobre sus oponentes paganos y hechiceros
y, aquel triunfo sirvió para ganar cierta tolerancia a la predicación del
cristianismo entre los pobladores de Irlanda. En los textos del Senchus Mor (el
antiguo código de las leyes irlandesas), no obstante que pertenecen a una época
muy posterior a la de san Patricio, hacen referencias precisas a cierto acuerdo
concertado en Tara con los paganos y vinculan al santo y a su discípulo Benigno
(Benen) a las gestiones para obtenerlo. Dicen esos textos que «Patricio convocó
a los hombres del Erin para que se reunieran todos en un sitio a fin de
conferenciar con él. Cuando estuvieron reunidos, se les predicó el Evangelio de
Cristo para que todos lo escucharan. Y sucedió que, en cuanto los hombres del
Erin se enteraron del exterminio de los seres vivientes y de la resurrección de
los muertos, cuando conocieron el gran poder de Patricio, demostrado desde su
arribo al Erin y, cuando vieron al rey Laoghaire y a sus druidas asombrados por
las grandes maravillas y los milagros que se obraban en presencia de los
hombres del Erin, todos se inclinaron para mostrar su obediencia a la voluntad
de Dios y a Patricio».
Parece ser que el propio rey
Laoghaire no se convirtió al cristianismo, pero varios miembros de su familia
adoptaron la nueva religión y, a partir de aquel momento, la tarea del gran
apóstol, a pesar de las muchas dificultades que se le oponían y de los
constantes peligros que la amenazaban, incluso el riesgo de perder la vida a
cada instante en su trato con aquellos seres bárbaros y violentos que trataba
de civilizar, se desenvolvió al amparo de muchos jefes poderosos. Los druidas,
tenaces representantes del paganismo, fueron los más acérrimos opositores de
Patricio. Aun antes del arribo de éste para predicar el cristianismo, circulaba
entre los druidas un extraño vaticinio respecto al santo, que Muirchu, su
historiador, nos ha conservado. Dice aquella profecía, textualmente: «Cabeza de
azuela (referencia a la forma aplanada de la cabeza tonsurada) vendrá con sus
seguidores de cabezas chatas, y su casa (casulla o casula, es decir casa
pequeña) tendrá un agujero para que saque la cabeza. Desde su mesa clamará
contra la impiedad hacia el oriente de su casa. Y todos sus familiares
responderán, Amén, Amén." Los augurios agregaban esto todavía: "Por
lo tanto, cuando sucedan todas estas cosas, nuestro reino, que es un reinado de
idolatría, se derrumbará».
Caemos en la cuenta de los
innumerables peligros que acechaban a la misión de san Patricio, por el
incidente que le ocurrió a Odhran, el cochero del apóstol. Sucedió que cierta
vez, quizá a impulsos de algún presentimiento, el cochero insistió para ocupar
el asiento del pescante desde el cual Patricio manejaba las bridas. Aquella
vez, Odhran condujo a los caballos que tiraban del coche y fue él quien recibió
el golpe mortal de una lanza que arrojaron unos hombres emboscados y que, sin
duda, estaba destinada a quitarle la vida a san Patricio. Pero, no obstante los
contratiempos, el trabajo de la evangelización de Irlanda, prosiguió
firmemente. Desde Tara, san Patricio avanzó hacia el norte. En Leitrim derribó
al ídolo de Crom Cruach y edificó ahí mismo una iglesia cristiana. Después pasó
a la región de Connaught y, entre las diversas cosas notables que ahí realizó,
la población de Tirechan ha conservado para la posteridad la historia de la
conversión de Ethne y de Fedelm, las dos hijas del rey Laoghaire. Las
prodigiosas narraciones sobre la heroica predicación de san Patricio en Ulster,
lo mismo que en Leinster y en Munster, son demasiado extensas y minuciosas para
que podamos reproducirlas aquí.
Cuando Patricio había
reunido en torno suyo numerosos discípulos fieles, como por ejemplo Benigno,
destinado a sucederle, la obra de evangelización progresó rápidamente. El santo
se mantenía en contacto con Roma y los investigadores han sugerido que aquella
«aprobación» de la que hablan sus biógrafos era, ni más ni menos, una
comunicación oficial del papa san León Magno. En los «Anales del Ulster» está
asentado el dato de que, en el año 444 quedó fundada la iglesia catedral de
Armagh, la sede principal de Irlanda, y es probable que no pasara mucho tiempo
sin que Armagh se convirtiese en un gran centro de educación y de administración.
Hay buenas razones para creer que san Patricio convocó un sínodo -casi
seguramente en Armagh, aunque no se haya mencionado el sitio- y, si bien es
indudable que a varios se les hicieron añadiduras y enmiendas, muchos de los
decretos emitidos en aquella asamblea, han llegado hasta nosotros tal como
fueron redactados originalmente. Es probable que el sínodo haya tenido lugar
cuando ya estaban contados los días de san Patricio y, hacia aquella época, el
apóstol era ya un anciano con la salud quebrantada, puesto que, sin una
milagrosa intervención de la Providencia, no es posible que el desgaste físico
por sus austeridades y sus interminables viajes, hayan dejado de producir su
efecto. Sin embargo el suceso de sus cuarenta días de ayuno en las alturas de
Croagh Patrik (Crochan Aigli) y los privilegios que obtuvo de la misericordia
divina con sus incesantes plegarias, tiene que haber ocurrido hacia el final de
su existencia. Aquellos acontecimientos nos los relata escuetamente Tirechan de
la siguiente manera: «Patricio subió a la cima del monte Aigli y allá
permaneció cuarenta días y cuarenta noches. Las aves le molestaban, puesto que,
a causa de ellas, no podía ver la faz de los cielos, la tierra o el mar. Pero
Dios dijo a todos los santos del Erin, del pasado, del presente y del futuro,
que acudiesen a la cima del monte -la montaña que señorea sobre todas las otras
y es de mayor altura que todas las otras montañas del occidente- para bendecir
a las tribus del Erin, con el objeto de que Patricio pudiese ver (por
anticipado) el fruto de sus trabajos, ya que todo el coro de los santos del
Erin subió allá a visitar al que era padre de todos ellos».
Nennius, el cronista de
Britania, nos legó un relato similar, pero agrega que «desde aquella colina,
Patricio bendijo al pueblo de Irlanda y, el objeto que perseguía al subir a la
cima, era el de orar por todos y el de ver el fruto de sus trabajos... Después,
en edad bien avanzada, fue a recoger su recompensa y a gozar de ella
eternamente. Amén». Parece cosa cierta que Patricio murió y fue sepultado en el
año 461, poco antes o poco después, en la localidad de Saúl, de la región de
Strangford Lough, donde había edificado su primera iglesia.
Huelga señalar que en todas
las antiguas biografías de san Patricio, la presencia de lo maravilloso es
constante y, a menudo, en su forma más extravagante. Si, para adquirir
conocimientos sobre el personaje tuviésemos que depender de las informaciones
que nos proporciona la Vita Tripartita por ejemplo, nunca llegaríamos a conocer
su carácter. Por fortuna, en el caso del apóstol de Irlanda poseemos una
colección bastante nutrida de sus propios escritos, que nos muestran algo del
hombre mismo, tal como sentía y actuaba. Solamente por medio de un estudio
detenido de las «Confesiones», la «Lorica» y la «Carta a Coroticus» de san
Patricio, llegaremos a comprender el hondo sentimiento humano y el todavía más
profundo amor a Dios que animaban a aquel santo, y que constituían el secreto
de la extraordinaria impresión que causaba sobre los que tuvieron la ventura de
conocerle en persona. De no haber poseído un carácter pronunciadamente
afectuoso, no se hubiese referido tantas veces al inmenso dolor que le produjo
tener que separarse de las gentes de su sangre y de su casa, a las que le ligaba
un cariño tiernísimo. Era naturalmente sensible, como lo prueba el hecho de que
haya insistido tanto en el desinterés de los móviles que le animaban: nada le
hacía sufrir tanto como las insinuaciones de que buscaba el provecho propio en
la misión que había emprendido. Lo que había de humano y de divino en san
Patricio, surge en los párrafos de sus escritos, como el que sigue, tomado de
sus «Confesiones»:
«Incontables dones me fueron
concedidos con el llanto y con las lágrimas. Contrarié a mis gentes y también,
contra mi voluntad, a no pocos de mis mayores; pero como Dios era mi guía, yo
no consentí en ceder ante ellos de ninguna manera. No fue por mérito propio,
sino porque Dios me había conquistado y reinaba en mí. Fue Él quien se resistió
a los ruegos de los que me amaban, de suerte que me aparté de ellos para morar
entre los paganos de Irlanda, a fin de predicarles el Evangelio y soportar una
cantidad grande de insultos por parte de los incrédulos, que me hacían
continuos reproches y que aun desataban persecuciones contra mí, en tanto que
yo sacrificaba mi libertad en su provecho. Pero si acaso se me considera digno,
estoy pronto a dar hasta mi vida en nombre de Dios, sin vacilaciones y con
gozo. Es mi vida la que me propongo pasar aquí hasta que se extinga, si el
Señor me concede esa gracia».
Por otra parte, el prodigio
de la abundantísima cosecha que Dios le permitió recoger en Irlanda, estaba
siempre presente ante Patricio y le colmaba de gratitud. Es positivamente
cierto que, en el curso de treinta años de apostolado san Patricio convirtió a
«toda Irlanda» al cristianismo. Al decirlo así, no repetimos una frase hecha de
alguno de sus biógrafos, puesto que el propio santo alude, más de una vez, a
las «multitudes» (innúmeros), a los «muchos miles» que él había bautizado y
confirmado: «Ahí -dice san Patricio- donde jamás se había tenido conocimiento
de Dios; allá, en Irlanda, donde se adoraba a los ídolos y se cometían toda
suerte de abominaciones, ¿cómo ha sido posible formar un pueblo del Señor,
donde las gentes puedan llamarse hijos de Dios? Ahí se ha visto que hijos e
hijas de los reyezuelos escoceses, se transformen en monjes y en vírgenes de
Cristo». Sin embargo, como es lógico pensarlo, el paganismo, la rapacidad y el
vicio, no habían desaparecido por completo. En las mismas «Confesiones», que
fueron escritas hacia el fin de su vida, dice el santo: «A diario estoy a la
espera de una muerte violenta, de ser robado, de que me secuestren para servir
como esclavo, o de cualquier otra calamidad semejante». Pero más adelante
agrega: «Me he puesto en manos del Dios de misericordia, del Todopoderoso Señor
que gobierna toda cosa y, como dijo el profeta: 'Deja tus cuidados con el Señor
y Él proveerá la manera de aliviarlos'». En esta confianza radicaba, sin duda el
inagotable valor y la firme decisión manifestados por san Patricio a lo largo
de su heroica carrera.
Es muy vasta la literatura
concerniente a san Patricio. Entre las diversas fuentes de información, la
principal es, desde luego, la colección de escritos del propio santo. El mejor
de los textos de su Confesión, aunque incompleto, se encuentra en el Libro de
Armagh, un manuscrito que data de los principios del siglo IX y que contiene
además las "memorias" de san Patricio, compiladas por Muirchu y
Tirechan, así como otros documentos. El Dr. John Gwynn hizo, en 1913 una
esmerada edición de todas esas piezas, para la Real Academia de Irlanda.
Previamente, el P. Edmund Hogan había publicado documentos relacionados con san
Patricio, en la Analecta Bollandiana, vols. I y II (1882-1883). La edición de
la Vita Tripartita preparada por W. Stokes (1887) para la Rolls Series, es
manuable y fácil para leerse; además, comprende las compilaciones de Muirchu y
Tirechan, así como otros documentos entre los que conviene señalar los himnos
de Secundino (Sechanall) y de Fiacc, publicados también en el Líber Hymnonim de
Irlanda que editó la Sociedad de Henry Bradshaw. Posteriormente se publicaron
también otras biografías del santo, como la que apareció en Trias Thaumaturge
(1647). Un pequeño libro, titulado St. Patrick, his Writings and Life (1920),
escrito por el Dr. N. White, es cómodo para su lectura y bastante completo.
Entre los modernos biógrafos del santo debemos mencionar a J. B. Bury (1905) y
al arzobispo J. Healy (1905) que incluye en su obra una traducción de los
documentos que escribió el mismo san Patricio. El trabajo del Dr. Bury es
particularmente valioso porque investiga profundamente la teoría del Prof.
Zimmer en el sentido de que Paladio y Patricio eran una misma persona y que, la
historia de la vida de san Patricio era un mito. El mismo asunto, tratado en
forma distinta, aparece en The Two Patricks (1942), de T. F. O´Rahilly. Véanse
también las biografías de H. Concannon (1931), de K. Müller (Der hl. Patrick)
(1931), la de E. MacNeil (1934), el artículo de J. Ryan en Irish Monasticism,
pp. 59-96 y passim, los Códices Patriciani Latini (1942) y un catálogo
descriptivo editado por L. Bieler con notas del editor, en Analecta Bollandiana
vol. LXIII (1945), pp. 242-256, así como el artículo Life and Legend of St.
Palrick, escrito por el Dr. Bieler (1949) con notas de Fr. P. Grosjean,
incluido en la Analecta Bollandiana, vol. LXII, pp. 42-73. Sobre las
discusiones en cuanto al lugar de nacimiento del santo y su visita a las
Galias, véase la Analecta Bollandiana, vol. LXIII (1945), pp. 65-119.
Coraza de san Patricio
(versión completa)
Me
levanto hoy
Por medio de poderosa
fuerza, la invocación de la Trinidad,
Por medio de creer en sus
Tres Personas,
Por medio de confesar la
Unidad del Creador de la Creación.
Me
levanto hoy
Por medio de la fuerza del
nacimiento de Cristo y su bautismo,
Por medio de la fuerza de Su
crucifixión y su sepulcro,
Por medio de la fuerza de Su
resurrección y asunción,
Por medio de la fuerza de Su
descenso para juzgar el mal.
Me
levanto hoy
Por medio de la fuerza del
amor de Querubines,
En obediencia de Ángeles,
En servicio de Arcángeles,
En la esperanza de la
resurrección como recompensa,
En oraciones de Patriarcas,
En palabras de Profetas,
En prédicas de Apóstoles,
En inocencia de Santas
Vírgenes,
En obras de hombres de bien.
Me levanto hoy
Por medio del poder del
cielo:
Luz del sol,
Esplendor del fuego,
Rapidez del rayo,
Ligereza del viento,
Profundidad de los mares,
Estabilidad de la tierra,
Firmeza de la roca.
Me
levanto hoy
Por
medio de la fuerza de Dios que me conduce:
Poder de Dios que me
sostiene,
Sabiduría de Dios que me
guía,
Mirada de Dios que me
vigila,
Oído de Dios que me escucha,
Palabra de Dios que habla
por mí,
Mano de Dios que me guarda,
Sendero de Dios tendido
frente a mí,
Escudo de Dios que me
protege,
Legiones de Dios para
salvarme
De trampas del demonio,
De tentaciones de vicios,
De cualquiera que me desee
mal,
Lejanos y cercanos,
Solos o en multitud.
Yo invoco éste día todos
estos poderes entre mí y el malvado,
Contra despiadados poderes
que se opongan a mi cuerpo y alma,
Contra conjuros de falsos
profetas,
Contra las negras leyes de
los paganos,
Contra las falsas leyes de
los herejes,
Contra obras y fetiches de
idolatría,
Contra encantamientos de
brujas, forjas y hechiceros,
Contra cualquier
conocimiento corruptor de cuerpo y alma.
Cristo escúdame hoy
Contra filtros y venenos,
Contra quemaduras,
Contra sofocación,
Contra heridas,
De tal forma que pueda
recibir recompensa en abundancia.
Cristo conmigo,
Cristo frente a mí,
Cristo tras de mí,
Cristo en mí,
Cristo a mi diestra,
Cristo a mi siniestra,
Cristo al descansar,
Cristo al levantar,
Cristo en el corazón de cada
hombre que piense en mí,
Cristo en la boca de todos
los que hablen de mí,
Cristo en cada ojo que me
mira, Cristo en cada oído que me escucha.
Me
levanto hoy
Por medio de poderosa
fuerza, la invocación de la Trinidad,
Por medio de creer en sus
Tres Personas,
Por medio de confesar la
Unidad del Creador de la Creación.
(Traducción
tomada de la Enciclopedia Católica, Aciprensa, trad. Edmundo Bennett Durell).
Imágenes:
-Vidriera de san Patricio en
la iglesia parroquial san Juan Bautista, en Burford, Oxford, Inglaterra, obra
de C.E. Kempe, que tomamos de la magnífica Galería de Vidrieras de Lawrence,
O.P..
-Estatua de san Patricio
erigida en el Croagh Patrik, a 765m., donde san Patricio pasó su retiro de 40
días.
-Giovanni Battista Tiepolo:
«Predicación de san Patricio», mediados del siglo XVIII.
fuente: «Vidas de los santos
de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedido 17303 veces
ingreso o última
modificación relevante: ant 2012
Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_905
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