San Hilario de Poitiers,
Obispo y doctor de la Iglesia
Fecha: 13
de enero
Fecha en el calendario anterior: 14
de enero
n.: c. 315 - †: 367 - país: Francia
Canonización: pre-congregación
Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Hilario, obispo y doctor de la Iglesia, que fue elevado a la sede de Poitiers, en Aquitania, en tiempo del emperador Constancio, el cual había abrazado la herejía arriana. Luchó denodadamente en favor de la fe nicena acerca de la Trinidad y de la divinidad de Cristo, y fue desterrado por esta razón a Frigia durante cuatro años. Compuso los celebérrimos comentarios a los Salmos y al evangelio de san Mateo.
Patronazgos: protector de los niños débiles, y contra la mordedura de serpientes.
Refieren a este santo: San Eusebio de Vercelli, San Febadio de Agen, San Gregorio de Elvira, San Lucífero de Cagliari, San Martín de Tours, San Servacio de Tongres, San Victricio de Rouen
Oración:
Concédenos, Dios
todopoderoso, progresar cada día en el conocimiento de la divinidad de tu Hijo
y proclamarla con firmeza, como lo hizo, con celo infatigable, tu obispo y
doctor san Hilario. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén. (oración litúrgica).
San Agustín, quien cita
frecuentemente contra los pelagianos la autoridad de san Hilario, le llama «el
ilustre doctor de las Iglesias». San Jerónimo dice que era «un hombre de gran
elocuencia; la trompeta de los latinos contra los arrianos». En otra parte
afirma que, «en san Cipriano y san Hilario, Dios transplantó dos cedros del
mundo a su Iglesia».
San Hilario nació en
Poitiers, de una ilustre familia. El mismo nos dice que fue educado en la
idolatría y nos hace una narración detallada de la forma en que Dios le llevó
al conocimiento de la fe. La luz de la razón le hizo comprender que, siendo el
hombre un ser moral y libre, fue creado para ejercitar la paciencia, la
templanza y las demás virtudes que merecen una recompensa después de la muerte.
Hilario se consagró ardientemente a reflexionar sobre la esencia de Dios, y
pronto descubrió cuan absurdo es el politeísmo, con lo que llegó al
convencimiento de que hay un solo Dios eterno, inmutable, todopoderoso, causa
primera de todas las cosas. Sus reflexiones se hallaban en este punto, cuando
conoció la Sagrada Escritura. La descripción de la existencia de Dios por las
palabras «Yo soy el que es», le impresionó profundamente, así como la idea del
supremo dominio divino, ilustrado por el inspirado lenguaje de los profetas. La
lectura del Nuevo Testamento completó sus investigaciones: San Juan le enseñó
desde el primer capítulo de su Evangelio que el Verbo Divino, Dios hijo, es
coeterno y consustancial con el Padre. Habiendo llegado así al conocimiento de
la fe, recibió el bautismo, a edad un tanto avanzada.
Hilario se había casado
antes de su conversión y tenía una hija llamada Apra. Su mujer vivía aún cuando
fue elegido obispo de Poitiers, hacia el año 350. El santo hizo cuanto estuvo
en su mano para evitar esa dignidad, pero su humildad no logró más que
confirmar al pueblo la rectitud de su elección. Las esperanzas puestas en él no
quedaron defraudadas, pues sus eminentes cualidades iluminaron con su brillo,
no sólo la Galia, sino a la Iglesia entera. Poco después de su elevación al
episcopado, compuso, antes de partir al destierro, un comentario sobre el
Evangelio de San Mateo, que ha llegado hasta nosotros. El comentario sobre los
salmos lo escribió en el destierro. Pero sus principales escritos se refieren
al arrianismo. Hilario era un orador y un poeta. Su estilo es elevado y noble,
lleno de figuras retóricas y un tanto rebuscado; la longitud de los períodos le
hace oscuro por momentos. San Jerónimo se queja de sus largas y tortuosas
frases, en las que la retórica sigue viviendo. San Hilario pone a Dios
frecuentemente por testigo de que considera como el fin principal de su vida,
emplear todas sus facultades en darle a conocer al mundo y hacerle amar de los
hombres. Igualmente recomienda empezar todas las acciones y conversaciones por
la oración. En sus frases se percibe un ardiente deseo del martirio, propio de
un alma que no tiene nada que temer de la muerte. San Hilario amaba la verdad
sobre todas las cosas, y no escatimaba ningún esfuerzo, ni rehuía alguno, por
defenderla.
En el Concilio de Milán,
en 355, el emperador Constancio pidió a los obispos que firmaran la condenación
de san Atanasio. Los que se negaron a hacerlo fueron desterrados, y entre ellos
se encontraban san Eusebio de Vercelli, san Lucifer de Cagliari y san Dionisio
de Milán. En esa ocasión. San Hilario escribió su «Primer Libro a Constancio»,
exhortándole a restablecer la paz en la Iglesia. Hilario se separó de los tres
obispos arrianos del Occidente, Ursacio, Valente y Saturnino, a raíz de lo
cual, el emperador envió a Juliano el Apóstata, entonces gobernador de la
Galia, la orden de desterrar inmediatamente a Hilario a Frigia. A mediados del
año 356, san Hilario partió al destierro, tan alegremente como otros hubieran
partido a un viaje de placer, sin arredrarse ante las dificultades y peligros,
pues su corazón estaba afincado en Dios, muy por encima de los halagos y
amenazas del mundo. El destierro duró tres años, y nuestro santo compuso en él varios
eruditos tratados. El principal y más estimado es el «Tratado de la Trinidad».
El nombre de san Hilario de Poitiers está asociado a los primeros himnos
latinos.
Interviniendo nuevamente
en los asuntos de la Iglesia, el emperador reunió un concilio de arrianos en
Seleucia de Isauria, a fin de neutralizar los decretos del Concilio de Nicea.
San Hilario, que había pasado ya tres años en Frigia, fue invitado al Concilio
por los semiarrianos, quienes esperaban valerse de su autoridad para combatir a
los arrianos. Pero sus proposiciones no fueron capaces de doblegar el valor de
san Hilario, quien defendió ardientemente los decretos del Concilio de Nicea
hasta que, cansado de la controversia, se retiró a Constantinopla. Allí
presentó al emperador una solicitud, conocida con el nombre de «Segundo Libro a
Constancio», en la que le pedía permiso de sostener una discusión pública con
Saturnino, el autor de su destierro. Temerosos los arrianos de tal prueba,
persuadieron al emperador de que librara al Oriente de un hombre que no había
cesado de turbar la paz. A resultas de ello, el emperador restituyó a Hilario a
la Galia, el año 360.
San Hilario hizo el viaje
a través del Ilírico y de Italia para confirmar a los débiles. Los habitantes
de Poitiers le recibieron con grandes demostraciones de alegría, y su antiguo
discípulo, san Martín, fue pronto a reunirse con él. Un sínodo que tuvo lugar
en la Galia, a instancias de Hilario, condenó el Concilio de Rímini, en 359, y
excomulgó y depuso a Saturnino, por contumacia. El mismo sínodo acalló los
escándalos y restableció la disciplina, la paz y la pureza de la fe. La muerte
de Constancio, acaecida en 361, puso fin a la persecución arriana. San Hilario
era por temperamento un hombre extremadamente cortés y bondadoso; pero
advirtiendo que la bondad no producía los resultados apetecidos, compuso una
invectiva contra Constancio, en la que, por razones que probablemente nunca
conoceremos, empleó un lenguaje muy violento. El documento no empezó a circular
sino hasta después de la muerte del emperador. El año 364, Hilario emprendió un
viaje a Milán para refutar a Auxencio, quien había usurpado dicha sede. En una
disputa pública le obligó a confesar que Cristo era verdadero Dios y
consustancial con el Padre. San Hilario no se dejó engañar por la hipocresía de
Auxencio, al contrario del emperador Valentiniano, a cuyos ojos pasaba por
ortodoxo. Hilario murió en Poitiers, probablemente en el 368, pero es imposible
determinar con absoluta certeza el año y el mes de su muerte. El Martirologio
Romano celebra su fiesta el 13 de enero. El Papa Pío IX proclamó a san Hilario
doctor de la Iglesia.
En los últimos años se han
escrito muchas obras sobre san Hilario, pero ninguna de ellas ha restado nada
al valor sustancial de la narración de Alban Butler, de la que nos hemos
servido nosotros. El descubrimiento más importante, generalmente aceptado en la
actualidad, es el de A. Wilmart (Revue Bénédictine, vol. XXIV (1908), pp. 159
ss., 293 ss. Dicho autor demuestra que el texto del Primer Libro a Constancio
está mal titulado y es incompleto. Se trata en realidad, del fragmento de una
carta dirigida a los emperadores por el Concilio de Sárdica por una parte, y por
la otra de algunos extractos de una obra de san Hilario, escrita en 356,
inmediatamente antes del destierro, cuyo título era Primer Libro contra Valente
y Ursacio (los obispos arrianos). Parece también cierto que la obra de Hilario
Liber o Tractatus Mysteriorum, que se creía perdida, no lo está totalmente. En
un manuscrito de Arezzo (1887) se descubrió una parte de esa obra, junto con
algunos poemas o himnos del santo. Dicho Tractatus no tiene nada que ver con la
liturgia, como se había supuesto, pero en cambio se identifica con el Líber
Officiorum que se había atribuido hipotéticamente al santo (ver Wilmart, en
Revue Bénédictine, vol. XXVII (1910), pp. 2 ss.). En el artículo de Le Bachélet
sobre san Hilario (DTC, vol. VI, cc. 2388 ss.) se encontrará una amplia
bibliografía acerca de estos descubrimientos. Ver también A. Feder, en
Sitzungsberichte de la Academia de Viena, Phil.-Histor. KI., CLXII, n. 4, y los
textos editados por él para el Corpus Strip. Eccles. Lat. Por lo que toca a la
vida de san Hilario, poseemos una biografía y una colección de milagros escrita
por Venancio Fortunato y publicada en Acta Sanctorum, 13 de enero (cf. BHL.,
nn. 580-582)
Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_164
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