San Pedro Canisio, presbítero y doctor de la Iglesia
Fecha: 21 de
diciembre
Fecha en el calendario anterior: 27 de abril
n.: 1521 - †: 1597 - país: Suiza
Canonización: B: Pío IX 20 nov 1864 - C: Pío XI 21 may 1925
hagiografía:
«Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Pedro Canisio, presbítero de la
Orden de la Compañía de Jesús y doctor de la Iglesia, que, enviado a Alemania,
se dedicó con ahínco a defender la fe católica y a confirmarla con la
predicación y los escritos, entre los que sobresale el Catecismo, y encontró el
reposo de sus trabajos en Friburgo, población de Suiza.
Patronazgos: patrono de la prensa católica, de
los redactores de catecismos.
Refieren a este santo: San Estanislao de Kostka, San
Ignacio de Loyola
Oración: Señor, Dios nuestro, que
fortaleciste a san Pedro Canisio con la virtud y la ciencia para salvaguardar
la unidad de la fe, concede a la comunidad de creyentes perseverar en la
confesión de tu nombre, y a todos los que buscan la verdad, el gozo de
encontrarte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
(oración litúrgica).
Se ha llamado a san Pedro Canisio el segundo apóstol de
Alemania, comparándole con san Bonifacio, que fue el primero. También se le
venera como uno de los creadores de la prensa católica. Además, fue el primero
del numeroso ejército de escritores jesuitas. Nació en 1521, en Nimega de
Holanda, que dependía entonces de la arquidiócesis alemana de Colonia. Era el
hijo mayor de Jacobo Kanis, quien recibió un título de nobleza por haber
desempeñado el oficio de tutor de los hijos del duque de Lorena y fue nueve
veces burgomaestre de Nimega. Aunque Pedro tuvo la desgracia de perder a su
madre cuando era todavía pequeño, su madrastra fue para él una segunda madre.
El joven creció en el temor de Dios. Cierto que él mismo se acusa de haber
perdido el tiempo, de niño, en juegos inútiles; pero, dado que a los dicienueve
años obtuvo el grado de Maestro en Artes, en Colonia, resulta difícil creer que
haya sido muy perezoso. Por complacer a su padre, que deseaba darle una carrera
de abogado, Pedro estudió algunos meses el derecho canónico en Lovaina; pero,
al caer en la cuenta de que ésa no era su verdadera vocación, desechó el
matrimonio, hizo voto de castidad y volvió a Colonia a enseñar teología. La
predicación del beato Pedro Fabro había despertado gran interés en las ciudades
del Rin. Fabro era el primer discípulo de san Ignacio de Loyola. Bajo su
dirección, hizo Canisio los Ejercicios de San Ignacio, en Mainz y durante la
segunda semana, prometió a Dios ingresar en la Compañía de Jesús. Fue admitido
en el noviciado y pasó varios años en Colonia, consagrado a la oración, al
estudio, a visitar a los enfermos y a instruir a los ignorantes. El dinero que
recibió como herencia a la muerte de su padre, lo dedicó en parte a los pobres
y en parte al mantenimiento de la comunidad. Canisio había empezado ya a
escribir. Su primera publicación había sido la edición de las obras de san
Cirilo de Alejandría y san León Magno (no se ha probado que él haya sido el
editor de los sermones de Juan Taulero, publicados en Colonia en 1543). Después
de su ordenación sacerdotal, comenzó a distinguirse en la predicación. Había
asistido a dos sesiones del Concilio de Trento como delegado: una en Trento y
otra en Bolonia. De allí le llamó san Ignacio a Roma, donde le retuvo cinco
meses, en los que Canisio dio pruebas de ser un religioso modelo, dispuesto a
ir a cualquier parte y a desempeñar cualquier oficio. Fue enviado a Mesina a
enseñar en la primera escuela de los jesuitas de la que la historia guarda
memoria, pero al poco tiempo volvió a Roma a hacer su profesión religiosa y a
desempeñar un cargo más importante.
Recibió la orden de volver a Alemania, pues había sido elegido
para ir a Ingolstadt con otros dos jesuitas, ya que el duque Guillermo de
Baviera había pedido urgentemente algunos profesores capaces de contrarrestar
las doctrinas heréticas que invadían las escuelas. No sólo tuvo éxito Canisio
en la reforma de la Universidad, de la que fue nombrado primero rector y luego
vicecanciller, sino que, con sus sermones, consiguió la renovación religiosa,
en la que también colaboró con su catequesis y su campaña contra la venta de
libros inmorales. Grande fue el duelo general cuando el santo partió a Viena,
en 1552, a petición dcl rey Fernando, para emprender una tarea semejante. La
situación en Viena era peor que en Ingolstadt. Muchas parroquias carecían de
atención espiritual, y los jesuitas tenían que llenar las lagunas y enseñar en
el colegio recientemente fundado. En los últimos veinte años no hubo una sola
ordenación sacerdotal; los monasterios estaban abandonados; las gentes se
burlaban de los miembros de las órdenes religiosas; el noventa por ciento de la
población había perdido la fe y los pocos católicos que quedaban, practicaban
apenas la religión. San Pedro Canisio empezó por predicar en iglesias casi
vacías, quizás por el desinterés general, o bien porque su alemán del Rin
resultaba muy duro para los oídos de los vieneses. Pero, poco a poco, fue
ganándose el cariño del pueblo por la generosidad con que atendió a los
enfermos y agonizantes durante una epidemia. La energía y espíritu de empresa
del santo eran extraordinarios; se ocupaba de todo y de todos, lo mismo de la
enseñanza en la universidad, que de visitar en las cárceles a los criminales
más abandonados. El rey, el nuncio y el mismo Papa hubiesen querido nombrarle
arzobispo de la sede vacante de Viena, pero san Ignacio sólo permitió que
administrase la diócesis durante un año, sin el título ni los emolumentos de
arzobispo. Por aquella época, san Pedro empezó a preparar su famoso catecismo o
«Resumen de la Doctrina Cristiana», que apareció en 1555. A esa obra siguieron
un «Catecismo Breve» y un «Catecismo Brevísimo», que alcanzaron enorme
popularidad. Dichas obras serían para la Contrarreforma Católica lo que los
catecismos de Lutero habían sido para la Reforma Protestante. Fueron reimpresos
más de doscientas veces y traducidos a quince idiomas (incluyendo el inglés, el
escocés de Braid, el hindú y el japonés) en vida del autor. El santo no
despertó, ni en ésas ni en sus otras obras, la hostilidad de los protestantes
contra las verdades que sostenía, ya que nunca los atacó violentamente.
En Praga, a donde había ido a fundar un colegio, se enteró
con gran pena de que había sido nombrado provincial de una nueva provincia, que
comprendía el sur de Alemania, Austria y Bohemia. Inmediatamente escribió a san
Ignacio: «Carezco absolutamente del tacto, la prudencia y la decisión
necesarias para gobernar. Soy orgulloso y apresurado por temperamento, y mi
falta de experiencia me hace totalmente inepto para el oficio de provincial».
Pero san Ignacio sabía lo que hacía. En los dos años que pasó en Praga, Pedro
Canisio devolvió la fe a gran parte de la ciudad, y el colegio que fundó era
tan bueno, que aun los protestantes enviaban a él a sus hijos. En 1557, fue
invitado a Worms a tomar parte en la discusión entre los teólogos católicos y
protestantes. Asistió a dicha conferencia, aunque estaba convencido de que ese
tipo de reuniones provocaban disputas que no hacían más que ensanchar el abismo
que separaba a los cristianos. Es imposible, dado el reducido espacio de que
disponemos, seguir al santo en los numerosos viajes de su provincialato y en
sus múltiples actividades. El P. Brodrick calcula que, entre 1555 y 1558,
recorrió diez mil kilómetros a pie y a caballo y que, en treinta años, anduvo
cerca de treinta mil kilómetros. Para responder a quienes le criticaban por
trabajar demasiado, el santo solía decir: «Quien tenga demasiado qué hacer será
capaz de hacerlo todo con la ayuda de Dios».
Además de los colegios que fundó o inauguró, dispuso la
fundación de muchos otros. En 1559, a instancias del rey Fernando, fue a
residir a Augsburgo durante seis años. Ahí reavivó una vez más la llama de la
fe, alentando a los fieles, tendiendo la mano a los caídos y convirtiendo a
muchos herejes. Además, convenció a las autoridades para que abriesen de nuevo
las escuelas públicas, que habían sido destruidas por los protestantes. Al
mismo tiempo que hacía todo lo posible por impedir la divulgación de los libros
inmorales y heréticos, divulgaba en cuanto podía los libros buenos, ya que
comprendía, por intuición, la importancia que la prensa tendría con el tiempo.
En aquella época recopiló y editó una selección de las cartas de san Jerónimo,
el «Manual de los Católicos», un martirologio y una revisión del Breviario de
Augsburgo. Durante mucho tiempo se siguió rezando en Alemania los domingos la oración
general compuesta por el santo. Al fin de su provincialato, San Pedro residió
en Dilinga de Baviera, donde los jesuitas tenían un colegio y dirigían la
universidad. Además, allí residía también el cardenal Otón de Truchsess, que
desde hacia largo tiempo era íntimo amigo del santo. Allí se dedicó sobre todo
a la enseñanza, a oír confesiones y a escribir los primeros libros de una
colección que había comenzado por orden de sus superiores. Dicha obra tenía por
fin responder a una historia del cristianismo, muy anticatólica, que habían
publicado recientemente los escritores protestantes, conocidos con el nombre de
«Centuriadores de Magdeburgo». Alguien ha dicho que se trataba de «la primera y
la peor de las historias de la Iglesia escritas por los protestantes». Canisio
continuó su obra mientras desempeñaba el cargo de capellán de la corte en
Innsbruck y sólo la interrumpió en 1577, a causa de su mala salud. Sin embargo,
seguía tan activo como siempre, pues predicaba, daba misiones, acompañaba al
provincial en sus visitas y aun desempeñó, durante algún tiempo, el puesto de
viceprovincial.
En 1580 se hallaba en Dilinga, cuando recibió la orden de ir
a Friburgo de Suiza. Dicha ciudad, que se hallaba situada entre dos regiones
muy protestantes, quería que se fundase desde hacía tiempo un colegio católico,
pero, además de otros obstáculos que se oponían a la empresa se carecía de
fondos suficientes para realizarla. En pocos años, venció san Pedro Canisio
esos obstáculos y consiguió dinero, eligió el sitio y supervisó la erección del
espléndido colegio que es en la actualidad la Universidad de Friburgo, aunque
nunca fue rector ni profesor en él (no debe confundirse el cantón suizo de
Friburgo y su universidad con la ciudad alemana de Friburgo de Brisgovia, cuya
universidad es no menos famosa que la suiza). Además del interés con que seguía
los progresos del colegio, su principal actividad, durante los ocho años que
pasó en Friburgo, fue la predicación; los domingos y días de fiesta predicaba
en la catedral y, entre semana, visitaba los pueblos del cantón. Se puede
afirmar sin temor a equivocarse, que a san Pedro Canisio se debe el que
Friburgo haya conservado la fe en una época tan crítica. La debilidad obligó al
santo a renunciar a la predicación. En 1591, un ataque de parálisis le puso a
las puertas de la muerte, pero se rehizo lo suficiente para seguir escribiendo,
con la ayuda de un secretario, hasta poco antes de su muerte, que aconteció el
21 de diciembre de 1597.
San Pedro Canisio fue canonizado y declarado doctor de la
Iglesia en 1925. Una de las principales lecciones de su vida es el espíritu y
el estilo de sus controversias religiosas. El mismo san Ignacio había insistido
en la necesidad de dar «ejemplo de caridad y moderación cristianas en
Alemania». San Pedro Canisio advertía que era un error «citar en una
conversación los temas que antipatizan a los protestantes ... , como la
confesión, la satisfacción, el purgatorio, las indulgencias, los votos
monásticos y las peregrinaciones, pues, como algunos enfermos, tienen el
paladar estragado, son incapaces de apreciar esos manjares. Necesitan leche,
como los niños; sólo poco a poco es posible llevarles a aceptar los dogmas
sobre los que no estamos de acuerdo con ellos». San Pedro Canisio se mostraba
duro con los que propagaban la herejía y, como la mayor parte de sus
contemporáneos, estaba dispuesto a emplear la fuerza para impedírselo. Pero su
actitud era muy diferente con quienes habían nacido en el luteranismo o habían
sido arrastrados a él. El santo pasó toda su vida oponiéndose a la herejía y
tratando de restaurar la fe y la vida católicas. Sin embargo decía, hablando de
los alemanes: «Es cierto que muchísimos de ellos abrazan las nuevas sectas y
yerran en la fe, pero su manera de proceder demuestra que lo hacen más por
ignorancia que por malicia. Yerran, lo repito, pero sin intención, sin deseo y
sin obstinación». Según san Pedro Canisio, no había que enfrentarse ni siquiera
a los más conscientes y peligrosos de los herejes «con aspereza y descortesía,
pues ello no sólo es el reverso del espíritu de Cristo, sino que equivale a
quebrar la rama desquebrajada y a apagar la mecha que humea todavía».
Dada la relación de la vida de San Pedro Canisio con la
historia religiosa de Europa central, cualquier bibliografía resulta
superficial. Sin embargo, tenemos que citar la colección de sus cartas,
editadas en ocho volúmenes por el P. O. Braunsberger, con notas muy abundantes
e índices extraordinariamente detallados. También hay documentos muy
importantes en la obra de J. Metzler, Die Bekentnisse des Heiligen P. Canisius
und sein Testament y en muchos de los volúmenes de Monumenta Historica S.I. Las
biografías son muy numerosas, especialmente en alemán; mencionemos las de O.
Braunsberger, J. Metzler y A. O. PIülf, y en francés las de Michel, J. Genoud y
E. Morland. Hay una interesante Carta de SS Juan Pablo II a los obispos
alemanes con ocasión del cuarto centenario de la muerte del santo.
Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
Ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel.
Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es
decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se
corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre
del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4572
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