Santos Simón y Judas,
apóstoles
Fecha: 28 de octubre
Canonización:
bíblico
Hagiografía:
Abel Della Costa
Elogio:
Fiesta de san Simón y san Judas, apóstoles, el primero llamado Cananeo o
Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago, llamado también Tadeo, el cual, en la
última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta
respuesta: «El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y
vendremos a él y haremos nuestra mansión en él».
Patronazgos:
Simón es patrono de los madereros, los trabajadores forestales, albañiles,
curtidores, talabarteros, tejedores y tintoreros; y Judas protector en graves
dificultades y preocupaciones, en situaciones desesperadas y «causas perdidas».
Refieren
a este santo: San Gregorio el Iluminador
Oración: Señor
Dios nuestro, que nos llevaste al conocimiento de tu nombre por la predicación
de los Apóstoles, te rogamos que, por intercesión de San Simón y San Judas, tu
Iglesia siga siempre creciendo con la conversión incesante de los pueblos. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración
litúrgica).
Al igual que nos pasa con
los demás Apóstoles, no tenemos sobre Simón y Judas Tadeo más que noticias
imprecisas. Es natural: la Iglesia de los primeros años aguardaba la llegada
del Reino con tanta inminencia, que no se ocupó de guardar memoria de los más
cotidiano e insignificante -el día a día- de quienes la hacían; así que,
paradójicamente, conservó con extremada fidelidad doctrina, espiritualidad,
predicación, fe, todo lo más difícil de conservar... porque todo ello debía
perdurar hasta el Reino; pero esos detalles mínimos que nos hacen «palpable» a
cualquier personaje, no se conservaron: ¿tenían esposa? ¿Hijos? ¿Cuántos? ¿Dónde
nacieron? ¿Dónde y cómo vivían? ¿Dónde predicaron? ¿Cómo murieron?
Pasadas una o dos
generaciones la Iglesia tuvo que comprender que la promesa de Jesús de una
vuelta inmediata no se medía en la escala del tiempo humano, y naturalmente se
volvió más cuidadosa al detalle de la memoria cotidiana; pero los datos
concretos de los principales «héroes humanos» de su propia historia, los
Apóstoles y la Virgen, se habían perdido ya. Sin embargo la memoria popular no
soporta vacíos: la memoria cotidiana de esos primeros años se comenzó a
rellenar con datos recopilados aquí y allá. Muchos de esos datos seguramente se
basan en un boca a boca cierto, sin embargo todos tienen algo en común: no
pueden ser verificados ni falsificados, porque carecemos de fuentes externas
para contrastarlos. No son pues -según el criterio que aplicamos a todo lo
demás, y corresponde también aplicar al conocimiento histórico de la Iglesia-
datos «históricos». Algunos autores tienen por costumbre confundir al pueblo
cristiano enseñándole que todos esos datos son «tradición» de la Iglesia, y que
por ello deben ser aceptados. No es verdad: la Tradición que debe ser admitida
como revelación es la Tradición de la fe, es decir «aquello que los apóstoles
creyeron y nos transmitieron en la vida de la Iglesia como parte del depósito
de la fe, aunque no esté escrito en la Biblia». Es Tradición de la fe la
Inmaculada Concepción, la Asunción de la Virgen, el culto de los santos, la
economía sacramental de la salvación... es Tradición de la fe todo aquello que,
siendo esencial a la identidad de la fe católica, no está explícito en la Biblia
pero podemos saber, por testimonios indirectos, que formaba parte de las
creencias de la generación apostólica. No es Tradición de la fe un montón de
detalles simpáticos, anecdóticos y cotidianos sobre la primera Iglesia, que
carecen de relevancia para la fe y cuya fuente histórica nos es desconocida.
Dicho esto, y aunque sea una
auténtica lástima no poder cubrir la curiosidad mínima de cualquier persona, lo
que sabemos con certeza sobre los Doce en conjunto no llega a ocupar lo mínimo
que sabemos sobre uno sólo de los cristianos de la siguiente generación.
Simón el «zelote»
De lo poco que conocemos de
los apóstoles, casi nada más que su nombre es lo que sabemos de Simón, llamado
por Mateo y Marcos «el cananeo», mientras que por Lucas/Hechos, «el zelote».
Puede ser que con ese apodo se refiera a los «zelotes» (que podría traducirse
como «llenos de celo»), un grupo radical dentro de los tantos que conformaban
el polifacético judaísmo de la época; estos zelotes se oponían a la dominación
romana, y al sincretismo cultural que ello traía aparejado. Se comprende que
Jesús -que hablaba de una inminente instauración del Reino de Dios- atrajera la
atención de estas corrientes. Aunque algunos autores afirman que los zelotes,
como grupo de resistencia, nacieron algunas décadas después, así que este
adjetivo indicaría más bien el hecho de que era un celoso cumplidor de la Ley,
que más que un problema con la dominación romana, lo tenía con los judíos de
mentalidad más relajada. No parece claro qué podía atraer de Jesús, que comía
con publicanos y pecadores, a alguien que mereciera el apodo de «legalista
celoso»; sin embargo, el mismo Jesús que comía con publicanos y pecadores dijo
que no caería ni una «iod» de la Ley. Sin duda que Jesús se supo atraer a todas
las sensibilidades, a un recaudador de impuestos como Leví y a un celoso
cumplidor como Simón, y a cada uno le enseñó, y le exigió -y le exige-
renunciar a sus criterios exclusivistas para abrazar los criterios de
inclusividad del Reino.
El apelativo «cananeo» podría
corresponder al gentilicio de «nacido en Caná» (aldea que conocemos por las
bodas narradas por Juan), sin embargo podría ser también -y en general la
crítica actual toma este partido- la forma aramea original (qan'ana) del nombre
«zelote», que es griego y que, por tanto, no es la forma original del
apelativo.
Por lo demás a Simón a no se
le atribuye ninguna anécdota dentro de los evangelios; es uno de los Doce, y
sólo lo podemos imaginar actuando como coro, ya que cuanto se habla de Simón en
el NT se refiere a Simón Pedro. No sabemos, por tanto, tampoco cómo continuó el
curso de su vida ni cómo murió, más allá de la suposición general de que los
Doce sufrieron la misma suerte martirial que el Maestro.
A partir de esta falta de
datos, la imaginación ha hecho el resto, y lo ha hecho así:
-Puesto que se dice de él
que es «de Santiago», algunos lo identifican como «hermano de Santiago» y no
-como es más natural- como «hijo de [algún] Santiago», por lo tanto deducen que
tiene que ser el Simón que es pariente de Jesús, según Mt 13,55 (y paralelos).
Como al Santiago pariente del Señor la tradición posterior lo ha identificado
(también sin demasiada base) con uno de los Santiago Apóstol (el llamado
menor), entonces Simón resultaría ser, según cuenta Hegésipo en el siglo II, el
sucesor de Santiago el Menor como obispo de Jerusalén, hasta el 107, cuando
sufrió el martirio en Pella.
-También se lo ha
identificado con Natanael de Caná y ¡con el maestresala de las Bodas de Caná!,
apoyadas estas identificaciones en la solidísima base del supuesto gentilicio
«cananeo».
-en Armenia se lo identifica
como apóstol de los armenios, y habría sufrido allí el martirio.
-San Fortunato de Poitiers
transmite que evangelizó Persia con Judas Tadeo, y sufrió allí el martirio y
fue enterrado, aunque otras tradiciones sitúan la tumba en el Cáucaso...
Los atributos del apóstol en
la iconografía son variables: hasta el siglo XIII, pero retomado en el XVI,
suele estar representado con un rollo o libro, sin símbolos de martirio,
mientras que en los siglos intermedios a los mencionados aparece con distintos
atributos martiriales, acorde con las mil leyendas sobre su muerte (serrado en
dos, decapitado, etc).
Judas Tadeo
En cuanto a Judas Tadeo,
poco más de lo mismo: le cupo la escasa suerte de llamarse con un nombre
precioso en la tradición bíblica («el judío», que es lo que significa Judas),
pero lamentablemente infamante para los cristianos, por el otro Judas, el
traidor; con una mano en el corazón, por mucha devoción que se le tenga a Judas
Tadeo, ¿quién le pondría a su hijo de nombre Judas?
Tadeo (Thaddaios) es un
apelativo, cuyo significado quedó incierto para nosotros; algunos lo hacen
significar «de pecho amplio», es decir, «magnánimo». A este Judas se le
atribuye una única intervención individual en el Evangelio, en Juan 14,22:
«Le dice Judas -no el
Iscariote-: 'Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al
mundo?'»
Lo que mereció de Jesús esa
hermosa respuesta:
«Si alguno me ama, guardará
mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.»
A Judas Tadeo se le atribuye
una epístola muy breve -apenas 25 versículos- del NT, la llamada, precisamente,
Epístola de San Judas, última del grupo de las siete «católicas» (es decir, sin
destinatario conocido, y por tanto universales). La epístola depende
estrechamente del libro apócrifo de Henoc, y a su vez es citada casi
literalmente por 2Pedro 2; es sin duda una epístola-puente en un problema que
acució a la primera iglesia: ¿por qué Jesús, que dijo que volvía enseguida, se
retrasa? El hecho de que subyaga precisamente esta pregunta, junto a otros
datos de crítica interna del texto hacen casi seguro afirmar hoy que la
epístola es escasísimamente probable que provenga de mano directa de uno de los
apóstoles.
Las tradiciones posteriores
hacen de Tadeo el evangelizador de Mesopotamia o de Libia, y sufrido el
martirio, su cuerpo estaría, junto con Simón Zelote, en Persia, según la
tradición ya mencionada de Fortunato de Poitiers. En la iconografía tradicional
se lo representa con una alabarda o lanza, dato que proviene de algunas
leyendas sobre su martirio. Debe señalarse que no todos los autores están de
acuerdo con que Judas «no el Iscariote» y Judas «Tadeo» sean la misma persona,
en cuyo caso lo poco que afirmábamos antes, se reduce a mucho menos. Es el
patrono de las «causas perdidas», dentro de las cuales se encuentran los
intentos por conocerlo históricamente un poco mejor...
Para los datos críticos
sobre las listas neotestamentarias de los Apóstoles, así como la epigrafía de
la Carta de Judas puede verse cualquier introducción actual al NT; por ejemplo,
en Comentario Bíblico «San Jerónimo», tomo V, nº 78, Aspectos del pensamiento
neotestamentario, hay un interesante capítulo dedicado a Los Doce, que puede
servir como punto de partida; allí mismo, en el Tomo IV, está el comentario a
la Carta de Judas. En el libro de Meier «Un judío marginal», en el tomo III,
capítulo 27, se encontrará una muy sólida aproximación estrictamente histórica
a los Doce, aunque conviene leer previamente los capítulos metodológicos
introductorios, que están en el volumen I. Los datos «tradicionales» sobre los
apóstoles pueden leerse en buena síntesis en Santi e Beati (en italiano), que
consagra un artículo para cada uno de los dos apóstoles, además de la noticia
de conjunto.
Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_3929
No hay comentarios:
Publicar un comentario